Hace muchos, muchos años, en una pequeña aldea, -tenía cuatro millones de habitantes-, la señora pluma estilográfica Mont Blanc y el señor lapicero Staedtler esperaban un bebé.
Ambos tenían la ilusión de que heredase la tinta líquida de su madre y el color negro de su padre… (vamos, que esperaban tener un Rotring).
De repente, una tarde, la señora estilográfica se puso de parto:
– ¡Ay, ay, que he roto tintas. Que he roto tintas! – gritaba.
Fueron rápidamente al hospital en el Plumier utilitario del señor Staedtler, y mientras su esposa daba a luz, él esperaba pacientemente, fumando sus clips con filtro e imaginando cómo enseñaría a su pequeño Rotringcito a mantener siempre húmeda su punta y a hacer las rayas rectas…
Estaba tan ensimismado que no se dio cuenta cuando salieron el doctor Inoxcrom con su matrona Goma de Nata, que era extranjera, de Milán, de la sala de partos con su bebé en brazos. Se acercaron a él y le dijeron:
– ¡Enhorabuena. Han tenido ustedes… ¡¡un boli bic de punta gorda!!!

 

(CONTINUARÁ…)

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