Entrevistas ficticias

Entrevistas ficticias

Como uno no es famoso y va a a tardar, presumiblemente, mucho en serlo, me hace ilusión pillar una entrevista que alguien le hace a otro, robar las preguntas, y contestarlas yo mismo. Un divertimento, sin más, hoy domingo. No me lo tengáis en cuenta…, o sí, me da igual.

 

P: ¿Cuál es su primer recuerdo?

R: Por favor, tutéame. No somos tan mayores…, ¿no? Primero, primero, es complicado. Sí tengo uno de muy pequeño: ir en brazos de mi madre, medio dormido, caminando por un camino de albero (estaba en construcción entonces la carretera por esa zona) de camino a ver nuestro piso nuevo.

P: ¿Qué imagen usas como fondo de pantalla del móvil?

R: Ahora mismo una de la Giralda iluminada, de noche, recortada sobre un cielo negro, fotografiada por mi hermano pequeño.

P: ¿Qué superpoder te gustaría tener?

R: El de poder convencer a la gente de que lo que yo opino sobre la mayoría de los temas es lo correcto.

P: ¿Qué rasgo te irrita más de ti?

R: La pereza.

P: ¿Qué rasgo te irrita más de otras personas?

R: La hipocresía. El que usen una doble vara de medir para la gente dependiendo de si son de “los míos” o no. La falta de empatía.

P: ¿Cuál es tu mayor miedo?

R: El mayor supongo que aún no lo he vivido, pero probablemente sea el que, al final de mi vida, no me haya, siquiera, acercado a lo que creo debería ser.

P: ¿Cuál es el momento más embarazoso que has vivido?

R: Por suerte mi timidez me evita hacer muchas cosas que podrían ser embarazosas, pero recuerdo una vez en que le di la enhorabuena a una compañera del trabajo por su embarazo… sin estar embarazada.

P: ¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto?

R: Mis dientes.

P: ¿Qué es lo más caro que has comprado?

R: Mi coche.

P: ¿Cuál es tu costumbre menos confesable?

R: A ti te lo voy a contar; pero una que sea… extravagante: tengo peluches en mi cama. Cuando los quito para acostarme, me gusta dejarlos correctamente sentados en otros sitios. A menudo les digo que se sienten bien para que no les duela luego la espalda. Sí, hablo con mis peluches. Y sí, tengo peluches.

P: ¿Cuál es tu olor favorito?

R: Me gusta mucho el olor a tierra mojada cuando llueve.

P: ¿Cuándo ha sido la última vez que has llorado?

R: Pues, aunque parezca un poco egocéntrico, ayer, leyendo uno de mis relatos sobre una niña que sufre un bombardeo habitual en la guerra en la que crece.

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P: ¿Qué libro te cambió la vida?

R: No soy consciente de que algún libro me haya cambiado tanto, pero “El señor de los anillos” fue mi libro de lectura durante varios veranos seguidos. Tolkien me condujo hacia la filología.

P: ¿Qué es lo peor que te han dicho?

R: ¿Sin contar los insultos que han podido dedicarme algunos conductores en algún momento y que no he oído pero sí intuido o leído en sus labios? No guardo recuerdos de ese tipo de cosas. Mi cerebro, si los hay, sabe eliminarlos.

P: ¿Cuál es tu bien más preciado?

R: Mi familia. La carnal y la que he ido eligiendo a lo largo de los años.

P: ¿Cuál es el primer deseo de tu lista?

R: Convertirme en escritor, pero de éxito.

P: ¿Cuál es tu mayor placer culpable?

R: Quedarme, a veces, en la cama hasta muy entrada la mañana.

P: ¿Qué le debes a tus padres?

R: ¿Aparte de la vida misma? Pues todo lo bueno que soy. Lo malo es cosecha propia.

P: ¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

R: Me decepciono mucho a mí mismo. Y fíjate que trato de arreglarlo, pero no lo hago. Y eso me decepciona más aún.

P: ¿A quién te gustaría pedir perdón y por qué?

R: Soy una persona que cree en el Cielo y en el Infierno. A menudo me gustaría poder pedirle perdón a todas esas personas que han sido parte de mi vida y a las que nunca les hablé, al menos, de ello.

P: ¿Qué te despierta por las noches?

R: La maldita llamada de la naturaleza. Creo que con la edad mi vejiga se debe estar reduciendo a pasos agigantados y son pocas las noches en que no tengo que levantarme alguna vez a pesar de intentar no hacerlo. Pero la naturaleza siempre gana.

P: ¿Cómo vives el amor?

R: ¿Vivirlo? Es complicado. Tratando de ser la mejor persona posible. Entiendo el amor como un sacrificio desinteresado hacia el otro. Todo lo que salga de ahí no es amor, es conveniencia.

P: ¿A quién invitarías a la cena de tus sueños?

R: A mi abuela. Me encantaría que me contase cómo es el “otro lado”. Porque que me está cuidando desde allí lo sé de sobra.

P: ¿Qué palabra o latiguillo usas con más frecuencia?

R: “Ten cuidao por ahí”.

P: ¿Cuál es el peor trabajo que has hecho?

R: No sé si el peor, pero el que menos me gustó fue repartir publicidad un verano para un amigo que me hizo el favor de darme algo de trabajo.

P: ¿Qué te ayudaría a mejorar tu nivel de vida?

R: Tener un sueldo con cuatro cifras, que mi empresa cuidara más de su gente y menos de sus números (supongo que como todas las empresas), tener más espacio para poder tener todos mis discos, mis películas, mis libros y mis guitarras sin necesidad de apilarlos para que entren.

P: ¿En qué momento has estado más cerca de la muerte?

R: Supongo que cuando nací. De momento, y cruzo los dedos para que no pase nunca, no he vivido ninguna situación límite…, al menos que recuerde.

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P: ¿Cómo sueles relajarte?

R: Últimamente delante del ordenador, cascos, asiento cómodo y podcasts. Ahora mismo me muevo entre el “Nadie sabe nada” de Buenafuente y Berto y el “Todopoderosos” de Arturo González Campos, Rodrigo Cortés, Juan Gómez-Jurado y Javier Cansado.

P: ¿Con qué frecuencia practicas sexo?

R: ¿En mis sueños?

P: ¿Qué canción te gustaría que sonase en tu entierro?

R: No sé si me gustaría que sonase alguna. El sonido de las oraciones tal vez sea más efectivo. Pero si tuviera que elegir, por supuesto, alguna de Mark Knopfler; por ejemplo el “Going home” que es un título muy apropiado para el momento.

P: ¿Cuál es la mayor lección que te ha enseñado la vida?

R: Que si no vives como piensas, al final terminas pensando como vives; y que el “espíritu sopla donde quiere”.

P: ¿Dónde te gustaría estar en este momento?

R: En algún lugar tranquilo, rodeado de naturaleza, sin tener que levantarme mañana lunes para ir a trabajar.

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