Soledad

SoledadMi amigo Tappy dice que siempre evito decir que trabajo como teleoperador, pero probablemente exagera un poco. El caso es que sí que trabajo en eso y, como todo en esta vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

A lo largo del día hablas con mucha gente: impacientes, torpes, maleducados, dubitativos, pedantes, tranquilos, divertidos, amables, amas de casa, estudiantes, trabajadores, jubilados, extranjeros… Y de vez en cuando te encuentras con alguien, al otro lado del teléfono, que simplemente quiere hablar. Que se inventa una excusa, una duda, una pequeña avería, para llamar y charlar con alguien, aunque sea un desconocido.

Y es algo que ocurre con más frecuencia de lo que puede parecer. Por lo general suele ser gente mayor, abuelos que han puesto internet por los nietos, o porque a los hijos se les ha metido en la cabeza que sus padres tengan algo que no van a utilizar nunca. Y te das cuenta de que, con tanta tecnología, tantos avances, están solos o se sienten solos, porque lo único que quieren es que alguien les escuche, da igual si es mirándoles a la cara o al otro lado de un frío aparato telefónico. La soledad da dentelladas mucho más gélidas.

Y cuando te tiras veinte minutos hablando con este tipo de personas, al colgar, es cuando te das cuenta de que la tecnología nos está volviendo insensibles. Que desechamos a los ancianos simplemente porque no siguen nuestro ritmo, porque vamos tan acelerados que nos olvidamos mirar hacia atrás; y no recordamos que los que dejamos detrás son los que antes nos han abierto la autopista por la que nosotros transitamos, pensando que tenemos todo el derecho a ello, sin apenas prestarles atención.

Te hierve la sangre cuando te llama un abuelo diciéndote que está poniendo internet para que sus nietos lo tengan cuando les visiten. ¿Qué tipo de sociedad hedonista estamos generando? ¿Qué cantidad de egoísmo somos capaces de tener sin que nos remuerda la conciencia? ¿Qué clase de seres humanos somos que nos importan tantísimo los perros y gatos abandonados pero dejamos encerrados en casa, sin una mísera visita, a nuestros ancianos?

En serio, ¿en qué nos estamos convirtiendo?

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