Vanitas vanitatum

Lo he oído esta mañana en la radio. Alguien decía que nos pierde la vanidad, y es cierto. Sentimos la extraña necesidad de mostrarnos a los demás, de ser aceptados, de que nos halaguen…

Se nota, sobre todo, en la cantidad de veces que nos hacemos fotos en las mismas posturas para seleccionar la que más nos guste, o sea, en la que consideramos que salimos mejor. Miramos un millón de veces los comentarios que nos dejan en las redes sociales cuando colgamos algún «posado», y esperamos ansiosos que nos regalen el oído, que nos digan lo guapos que salimos, lo bien que se nos ve…

Y a los políticos les ocurre lo mismo: necesitan «salir en la foto» como sea. Aunque en el fondo sepan que esa foto se puede volver en su contra con el tiempo; pero la memoria es corta y muy selectiva, así que esperan que, en el momento, la foto sea provechosa para sus intereses.

vanitasAl ministro Varufakis le ha traicionado su vanidad. Nos muestra, muy sonriente, su hogar, a su esposa, su biblioteca, su piano, las vistas desde su terraza… Estoy seguro de que todo lo habrá ganado con su esfuerzo y su trabajo, pero, ¿era necesario que lo mostrase? ¿No era consciente de que podría generar suspicacias el que alguien como él enseñase esas cosas que pertenecen a su intimidad? Y sé que algunos me dirán que está en su derecho de enseñar lo que quiera de su vida, y tendrán razón. Pero mis preguntas siguen siendo las mismas: ¿Para qué? ¿Qué necesidad había? ¿Qué le aporta a él enseñar esas cosas? Es más, ¿qué le aporta a la sociedad?

Y me refiero al ministro griego porque es algo de estos momentos, pero podría hablar de todos y cada uno de nuestros políticos…, y de nosotros mismos: nos pierde la vanidad, y eso es un hecho que cada cual puede comprobar por sí mismo cada vez que cuelga en Facebook, por ejemplo, una foto.

…y por eso, también, tenemos esos programas y esas publicaciones basura en los que la gente muestra sin ningún pudor ni rubor sus intimidades, sus desnudeces.

Una sociedad que vive de la imagen suele engendrar monstruos egocéntricos y deprimidos crónicos a partes iguales. Hay que tener en cuenta que, en cierto sentido, fue la vanidad la que nos echó del Paraíso.

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