¿Quién dice que los objetos inanimados no se “animan” a veces? De hecho hay objetos que, cuando los tenemos en las manos, nos vuelven ansiosos, nerviosos, incluso peligrosos. Son objetos que logran poseernos de alguna forma: ¿habéis estado alguna vez cerca de un hombre con una taladradora en las manos? Nos volvemos locos por agujerear, taladrar lo que se nos ponga por delante. También nos pasa con los martillos: nos invaden unas ganas irrefrenables de golpearlo todo…
Los objetos pueden poseernos… porque tienen vida propia. Yo lo averigüé hace poco, en mi propia habitación.
De repente, hace cosa de dos meses, al llegar del trabajo, entré en mi dormitorio para cambiarme de ropa y me encontré a todos mis peluches (de esto ya hablaremos otro día…) puestos de cara a la pared. Lo primero que se me ocurrió fue que mi madre los había puesto así por algún extraño motivo, y fui a preguntarle. Pero ella no sabía nada. Mis hermanos parecían no tener ni idea tampoco, así que no le di más vueltas… A los peluches sí: los puse derechos en su estantería y me olvidé del tema.
Al cabo de unos diez días, al entrar de nuevo en mi cuarto, volví a encontrarme a los peluches vueltos de espaldas. Yo no salía de mi asombro. Le pregunté de nuevo a mi madre y mis hermanos, pero ellos juraban y perjuraban que no tenían ni idea. Además, aquella mañana no había habido nadie en casa. Volví a poner los peluches derechos y esa vez vi que faltaba uno: el pequeño Billybug, un conejito amarillo que mi hermana me había regalado cuando era pequeña (ella, no yo).
Aquello volvió a ocurrir dos veces más sin que nadie se hiciese responsable, así que decidí vigilar mis peluches: coloqué mi cámara de vídeo en un ángulo que me permitiese ver bien toda la habitación y la estantería de los peluches, y la puse a grabar cuando no estaba. Durante cuatro o cinco días grabé una imagen estática de casi toda mi habitación, pero sin ningún suceso extraño.
Pero de repente, un día, conseguí ver qué era lo que pasaba realmente.
Desde donde estaba colocada la cámara podía ver la puerta encajada de mi cuarto, y el estante donde estaban mis muñecos perfectamente. En un instante, pude ver que la puerta se abría lentamente, pero no parecía haber nadie. ¡¡Y vi que los peluches empezaban a darse la vuelta y a temblar aterrorizados, de cara a la pared!! Como no queriendo ver lo que había entrado por la puerta.
Yo siempre he hablado con mis peluches, los saludo, les doy los buenos días, les deseo buenas noches…, pero nunca había imaginado que me podían oír.
Puedo decir que me quedé estupefacto, pero, por si alguien no entiende la expresión, diré que lo flipé en colores… si es que tal cosa es posible.
Allí estaban todos mis peluches horrorizados, de cara a la pared, temblando, y yo no sabía qué era lo que les daba ese pánico. Veía la puerta abriéndose, pero no veía qué era los que se arrastraba por el suelo… Porque debía arrastrarse por el suelo para no salir en pantalla.
Y entonces pude ver que algo negro, un objeto que no pude identificar, apareció momentáneamente desde debajo de la imagen de la cámara de vídeo, y desapareció de nuevo, hacia abajo. Como si tratara de saltar para alcanzar a los peluches en su estantería.
Traté de centrarme en el objeto que había aparecido repentinamente, y vi que volvía a hacerlo: saltó de nuevo hacia la estantería. Una y otra vez, como cogiendo impulso. Conseguí parar la imagen y pude ver lo que era: ¡¡mi máquina de cortarme el pelo!!
¡¡¡Estaba tratando de llegar hasta los peluches quién sabe con qué malvada intención!!!
Y recordé que era cuando yo la usaba cuando los peluches aparecían vueltos contra la pared a la mañana siguiente. Recordé que nunca la guardaba en su sitio después de usarla. La dejaba sobre el lavabo y la olvidaba ahí.
No quiero ni pensar lo que debió sufrir el pobre conejito Billybug en los dientes de aquella máquina.
Desde entonces la guardo en una caja cerrada, dentro de un cajón del cuarto de baño, y cuando salgo de mi habitación, cierro la puerta totalmente. Creo que mis peluches me lo agradecen.
Espero que el pobre Billybug me lo perdone.

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