Libros y espacio

Libros y espacio

Una de las peores cosas del mundo que te pueden tocar hacer es una mudanza. Aparte del estrés de empaquetarlo todo para que no se rompa nada, ordenarlo bien en cajas para encontrarlo todo al desempacar, liar, atar, agrupar, reunir, tirar, rescatar…

Y luego queda el camino inverso: sacarlo todo de las cajas, elegir su correspondiente lugar, comprobar que no falta nada ni se ha tirado nada por error en el traslado… Elegir los nuevos lugares de todo y para todo.

Yo me apresuré a comparar los dos dormitorios del nuevo domicilio para quedarme con el más grande, antes de que mi hermano se percatase de que, efectivamente, había uno con más espacio que el otro. Y elegí.

¿El problema? Mis libros. Aquella habitación, siendo la más grande, apenas tenía sitio para una cama y el armario empotrado, aparte de una esquina absurda y una ventana minúscula en medio de una de las paredes. Incluso la puerta de la habitación era estrecha.

Empecé a pensar en todos mis libros y en el nulo espacio para ellos. No podía ser. No podría tener mis libros en mi casa, en mi habitación, como los había tenido hasta ahora. Tendría que repartirlos entre todas las habitaciones pero, incluso así, aquel piso nuevo era enano. Apenas podrían entrar menos de la mitad de ellos robándole espacio a todos los demás cuartos. ¡¡No podía ser!! ¡¡Necesitaba volver a mi antigua casa o buscar otra con sitio!! ¡¡No podía deshacerme de los libros que me habían estado acompañando durante toda mi vida!!

…y empecé a agobiarme, a sentir palpitaciones, dificultad para respirar, sudores fríos… Me venían a la cabeza todas las cajas apiladas con mis libros a la entrada del piso nuevo, y miraba otra vez aquel espacio minúsculo, deseando que sólo fuese una broma. Que en realidad nuestro piso era otro, mucho más espacioso, con amplias habitaciones de sobra. Pero…

Definitivamente, no se puede empezar el día bien si te despiertas de un mal sueño con el corazón acelerado y esa especie de miedo que se mete por debajo de la piel y se queda contigo hasta que te duchas.

Por supuesto, al salir del cuarto de baño me puse delante de la estantería de mis libros, a observarlos, tranquilos, en su sitio, en silencio, ajenos al mal trago que yo había pasado por culpa de ellos… Y ellos, ni a hojearme se dignaron.

Libros y espacio. ¿Es tanto pedirle a la vida?

Libros colocados en una estantería, abigarrados, como con poco espacio.

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