Esta es la primera Navidad que felicito con lágrimas en los ojos. Ojalá Aquel que nace hoy, de nuevo, para ser Luz de todos los hombres, ilumine mi camino, y me cumpla el deseo de que la estrella que ahora falta a mi lado sea una de las que le iluminen a Él para siempre en el portal.
*Ya me gustaría saber quién es el autor de esta pintura maravillosa.
Me siento un momento delante de mi abandonada página simplemente para desearos a todos los que podáis caer por aquí, aunque sea de rebote o por equivocación, una muy feliz Navidad. Que la Familia de Belén os guíe, os ayude y os proteja en todos vuestros proyectos e ilusiones. Que su luz os ilumine el camino que os lleve a la Felicidad y que brille siempre sobre todos vosotros.
La Navidad, para quien cree en ella, tiene un significado más allá de las luces, los regalos y los buenos sentimientos; es la señal de que Alguien se preocupaba tanto de los que estábamos aquí abajo, que quiso indicarnos el camino haciéndolo Él mismo.
Para los que no creáis, felices fiestas. Que las paséis junto a los que os quieren y queréis, y que estos días de luz os dejen, sobre todo, mucha felicidad.
Para los que sí creéis, que todas esas esperanzas que pongáis a los pies del Niño Jesús en el pesebre se cumplan.
Dicen que hoy llega el invierno, pero yo creo que hace ya algunos días que había adelantado su visita.
Hace frío, sí. Frío de no querer levantarse de la cama y dejar que las mantas sigan sobre ti un rato más, por ejemplo todo el día. Frío de no querer salir de debajo del agua calentita de la ducha. Frío de no querer quitarse el pijama de pelitos o dejárselo puesto debajo de la ropa de salir a la calle. Ese frío hace. Frío de invierno.
Y la Navidad se acerca a pasos agigantados, como cada año.
A mí me gusta la Navidad. Me siento distinto en estas fechas. ¿Es una tontería? Pues puede que sí…, o que no. ¿Quién sabe? Entiendo a la gente a la que no les guste por distintos motivos. Siempre falta alguien en estas fiestas, y sus huecos son difíciles de rellenar, pero el mundo sigue girando, y seguirá haciéndolo cuando los que faltemos seamos nosotros. Que uno se divierta en estos días, que esté feliz, que cante, baile y salga a comer con amigos, no significa que uno se olvide de los que no se sientan ya a nuestra mesa. Por el contrario, están más presentes que nunca.
Pero entiendo a quienes prefieren recordar a los ausentes.
A los que no soporto son a esos adalides de la moralidad ajena. Esos que a todo le ponen una pega. Esas personas que nacen, simplemente, para salvaguardar las almas de todos menos las de sí mismos. Esa gente que habla del espíritu consumista de estas fiestas, de ese afán desmedido que nos entra por comprar regalos, caprichos, deseos, sueños… Esa gente que no es capaz de disfrutar nunca porque están demasiado preocupados en mirar lo podrido que está el mundo, – que lo está -.
En una época del año en la que nuestro afán consumista es, por lo general, pensando en los demás, en esos regalos para otros, amigos invisibles, Reyes, Papá Noél, fin de año…, por mi parte, doy la bienvenida a ese consumismo, por supuesto, con sentido común.
…y en todos sitios dicen que ya estamos en invierno, como si no nos hubiésemos dado cuenta. Por suerte, después del invierno vuelve la primavera. Mientras tanto, habrá que abrigarse bien y disfrutar de los días que llegan.
...pues eso: mi sala de estar; el lugar donde, de vez en cuando, me relajo, me divierto, me enfado, me cuento cosas... Si quieres, siempre habrá una silla libre para ti.