2015

Orgullo y prejuicio

Después de mucho tiempo pensándolo, hoy, por fin, me he decidido a hacer una lista con todos (o casi) los libros que tengo. Como me encanta ir a las librerías a mirar (igual que la gente va a El Corte Inglés a pasear y ver ropa o perfumes y colonias), y a veces algunas ediciones me llaman la atención, resulta que tengo algunos títulos repetidos. Pero no era eso el motivo de esta entrada.

orgulloyprejuicioEl motivo real es que, de repente, me he dado cuenta de que en esas estanterías donde conviven obras de Shakespeare, Cervantes, Cernuda, Gil de Biedma, Stephen King, Agatha Christie, Ana María Matute, Sempé y Gosciny, Juan Rulfo, Borges, García Márquez…, en medio de esas estanterías, también tengo libros de amigos. Gente con la que he convivivdo muchos años, y con la que aún mantengo contacto: Jesús Beades, María Iglesias, Paco Cifuentes, Roberto Terán, Lara Moreno, Abel Feu, Pablo Moreno … ahora, en la parte cómica, se ha unido Tappy

Y me ha dado por pensar que he formado, que formo, parte de una generación bastante creativa. De ahí el «orgullo» del título.

¿Y el «prejuicio»? Pues también he pensado en la generación actual. Esa generación de gente que se dice poeta y escribe con faltas de ortografía. La de la inmediatez, la de las redes sociales y la vista pegada al móvil. La generación de los Gemeliers, los Justin Bieber y las Miley «Hannah Montana» Cyrus. La generación que ha perdido el respeto por los mayores, por los maestros, por la autoridad. La generación que ha crecido entre los algodones de todos los derechos y a los que les han esquilmado las espinas de las obligaciones… Por todo esto, y más, la palabra «prejuicio».

Pero un prejuicio generalizador suele ser, también, algo injusto, lo reconozco. Y, si lo pensamos, a la generación desnortada que tenemos ahora, la ha educado gente de mi generación; de esa generación creativa de la que me siento orgulloso. ¿Qué nos ha pasado en el camino? ¿Qué ha pasado en ese cambio generacional? ¿Qué se nos ha olvidado de lo que aprendimos? ¿Por qué no hemos sido capaces de transmitir lo que éramos a los que ahora son? Tal vez la grandeza de una generación es herencia de la anterior, al igual que el descalabro de otra pueda deberse al fracaso de la precedente. Es para pensarlo, ¿no?

Aún así, me siento orgulloso del tiempo al que pertenezco y de los momentos a los que he pertenecido.

2012

Saudade

Saudade. Me gusta la palabra. Es, creo, portuguesa, y sería algo así como añoranza, melancolía, o la gallega, que también me encanta, morriña.

Esta mañana, revisando, borrando y ordenando archivos en mi ordenador, mientras andaba escuchando de fondo a mi amigo Paco Cifuentes, de repente, me ha entrado eso: morriña.

Me ha dado por recordar mis tardes de hace años, cuando solía escribir poemas malos pero sinceros que compartía con algunos amigos que me entendían y me disculpaban por mi poca pericia en esto del quehacer poético.

Por eso le tengo tanto respeto a la poesía. Por eso, a veces, escribo entradas como la que antecede a esta. Por eso y por otras muchas cosas…

Y sí, echo de menos cuando me sentaba delante de un papel en blanco y trataba de plasmar mi alma con palabras torpes sobre él. El tiempo es caprichoso, y a menudo juguetea con tus recuerdos, y los aplasta, y los estira, y te los muestra con su brillo de antaño. Y te das cuenta de que ese brillo se ha desvanecido porque has dejado que el polvo del tiempo se acumule sobre él.

Sí. De repente me ha entrado saudade. Tal vez algo dentro de mí me está pidiendo que vuelva a la poesía, como escribí hace años, a perderme «entre los restos del naufragio incruento de tus manos».