Saudade

Saudade. Me gusta la palabra. Es, creo, portuguesa, y sería algo así como añoranza, melancolía, o la gallega, que también me encanta, morriña.

Esta mañana, revisando, borrando y ordenando archivos en mi ordenador, mientras andaba escuchando de fondo a mi amigo Paco Cifuentes, de repente, me ha entrado eso: morriña.

Me ha dado por recordar mis tardes de hace años, cuando solía escribir poemas malos pero sinceros que compartía con algunos amigos que me entendían y me disculpaban por mi poca pericia en esto del quehacer poético.

Por eso le tengo tanto respeto a la poesía. Por eso, a veces, escribo entradas como la que antecede a esta. Por eso y por otras muchas cosas…

Y sí, echo de menos cuando me sentaba delante de un papel en blanco y trataba de plasmar mi alma con palabras torpes sobre él. El tiempo es caprichoso, y a menudo juguetea con tus recuerdos, y los aplasta, y los estira, y te los muestra con su brillo de antaño. Y te das cuenta de que ese brillo se ha desvanecido porque has dejado que el polvo del tiempo se acumule sobre él.

Sí. De repente me ha entrado saudade. Tal vez algo dentro de mí me está pidiendo que vuelva a la poesía, como escribí hace años, a perderme «entre los restos del naufragio incruento de tus manos».

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