…y de repente, oyendo esta mañana la radio, me entero de que el otoño entra esta noche.
Y yo que quería mantener abierto este «Ocurriario de verano» hasta el lunes que viene, para que «La carrera Nocturna del Guadalquivir» que corro casi todos los años que puedo fuese la que le pusiese final.
—A ver, Billy, ¿tú qué harías?
—¿Qué haría sobre qué?
—Has leído de sobra lo que he escrito, no me hagas explicártelo otra vez.
—Vaaaaale. A ver, yo lo tengo claro: cerraría ya esto que, además, no es que hayas estado muy activo este año.
—Bueno, en realidad nunca estoy muy activo, lo reconozco, pero tenía que intentarlo.
—No, si eso está claro. Es el tema de tu vida: proponerte cosas que nunca llevas a buen término.
—Si lo sé no te pregunto.
—Pues eso: si lo sabes, ¿para qué me preguntas? Eres tú el que repite esa frase de «el que no debe preguntar, escucha sin quer…; el que no quiere escuchar, pregunta sin…; si no debes preguntar lo que no quieres…, no preguntes si quieres…»
—El que pregunta lo que no debe, escucha lo que no quiere.
—¡¡Eso!!
—Es que me ha atropellado el otoño. No era consciente de que ya lo teníamos encima.
—A ti te atropella todo últimamente, ¿no te has dado cuenta? Lo mismo tendrías que estar más atento de las cosas y dejar de andar por las nubes tanto tiempo.
—No sé si a ti te conviene mucho eso.
—Tampoco es que me haya beneficiado hasta ahora, ¿no?
—Es posible. Pero bueno, que nos vamos por las ramas…
—¿Ves? Lo que yo te decía.
—Que qué hago con el «Ocurriario», ¿lo dejo aquí y vuelvo a la web normal, o aguanto hasta el lunes?
—¿Y por qué no haces una cosa intermedia?
—¿En qué sentido?
—Cierra con esta entrada el «Ocurriario» este que te has sacado de la manga para nada, y retoma de nuevo la web el sábado, después de la Nocturna. Que sea como tu «comienzo de temporada». ¿Recuerdas que cuando ibas a Garufa tomabas como un segundo inicio de año el comienzo de las actividades normales allí, justo después del verano? Pues, ahora que no hay Garufa, toma la «Carrera Nocturna» como eso: la «nueva temporada». Total, vas a hacer lo mismo. ¿Qué más da?
—Eres insufrible, la verdad.
—Porque tengo razón.
—Bueno. Vale. Cerraré esto aquí, hoy, ahora. Cambiaré los colores a tonos ocre, la frase de debajo del todo, y el sábado intentaré escribir algo sobre la Nocturna para volver a la «normalidad».
—Muy bien, entrecomíllalo, porque contigo la normalidad siempre es extraña.
—Es una normalidad con mi ritmo que, lo reconozco, es lento. ¿Qué le vamos a hacer?
—Uf, qué vejez más mala te queda.
—¡¡¡Billy!!!
—Vaaaaaale, ya me callo.


