Culo veo, culo quiero

Tengo varios problemas: el primero es que tengo muchos amigos y conocidos escritores (a los que sigo por redes, por supuesto); el segundo es que, como son tantos, siempre hay alguno con alguna nueva publicación o alguna recomendación; el tercero es que soy un curioso irredento; el cuarto es que, con los libros, me pasa lo mismo que a los niños pequeños con los regalos: me gusta la novedad, lo último que ha llegado…; el quinto es que, cuando voy de «excursión» a una librería a por algo en concreto, siempre salgo de allí con más de lo que tenía previsto… (Tengo muchos más problemas, pero tampoco es cuestión de que convierta esto en mi diván particular; y tampoco tienen necesidad de ello las dos o tres personas que me leen).

¿A qué viene todo esto? Pues a que en estos días en que estoy de vacaciones tenía previstas algunas lecturas (poemarios, ensayos, alguna cosa de Tolkien y de Chesterton…) pero, de repente, un día, en tuiter, a la buena de Patricia García-Rojo le dio por hablar de una tal May Sarton, a la que no conocía y, después de acabar con una joyita de Iris MurdochAlgo del otro mundo«), en lugar de seguir con el plan previsto de lecturas, me ha llamado su «Anhelo de raíces» (porque fui a comprarlo el mismo día en que Patricia habló de él), y aquí ando, enfrascado en los avatares de una poeta que compra una casa buscando construirse un hogar, su hogar. Y, en serio, es una auténtica delicia.

Lo mismo tengo que dejar de entrar en redes durante un tiempo para poder ponerme al día con las lecturas… ¡¡Noooo!! El curioso que hay en mí no me daría tregua. Aunque sigo teniendo pendientes muchas cosas por hacer…

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