Marco incomparable

Parece que, de repente, la expresión «marco incomparable» se ha estigmatizado, tal vez porque, de tanto usarla, ha perdido un poco su significado, o tal vez porque se emplea vacía de contenido, como muchas otras palabras.

Aún así, sigue habiendo marcos incomparables. Marcos que engrandecen lo que enmarcan, que le añaden belleza, luminosidad, sosiego, paz… Pero no todo marco está en el exterior, porque un marco puede, como su propia etimología nos dice, marcar algo. ¿Y qué hay que marque mejor un rostro humano que una sonrisa? Una de verdad, espontánea, sencilla, de las que hacen que brillen los ojos.

Hace años que lo sé, pero estos últimos días lo vuelvo a comprobar. La mujer con la que me cruzo cada día que voy a correr al parque, seria, enjuta, morena, pequeña… Cuando nos damos los buenos días sonríe; y su rostro cambia por completo. La cajera del supermercado que ayer me atendió; pasaba los productos de quien iba delante de mí sin apenas mirarlos, de forma automática, sin levantar los ojos de la caja registradora… y estaba seria, como sin estar ahí; sólo tuve que saludarla, decirle que no me tratara de usted porque se me iba a quedar, y su sonrisa le cambió la cara totalmente. De repente era una rubia guapísima, feliz, de ojos brillantes…

Saludar a los vecinos, sostenerles la puerta cuando van llegando… Gestos pequeños que apenas nos cuestan esfuerzo…

¡¡Qué marco más incomparable un sonrisa para enmarcar nuestro rostro!!

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