Hace mucho que informarse por la tele de según qué cosas es un deporte de riesgo…; de riesgo a que te engañen, te manipulen o, directamente, te mientan.
Las redes vinieron a salvarnos del sesgo de todas las cadenas de información y en ellas puedes encontrar todo lo que necesitas para estar realmente informado eligiendo bien qué y a quiénes leer, según tus propios criterios, que es lo que debería ser el periodismo: la enunciación de la realidad tal y como ocurre, sin aplicar filtro alguno.
Por desgracia las redes se han ido convirtiendo poco a poco en otro estercolero donde hay que mirar bien dónde se pisa para no estar oliendo a podredumbre a cada momento. Por eso cada día bloqueo a varias cuentas en Tuiter, que es la red social que más uso. (Y sí, yo la sigo llamando «Tuiter»).
…y hete aquí que me he pasado tres días sin asomar la nariz por el juguete de Elon Musk y, oye, que mi cerebro y mis vísceras lo han agradecido sobremanera. Nada de cabreos, nada de malas sensaciones, nada de miedo al futuro, nada de apocalipsis zombie… Tranquilidad total y absoluta. Paz para el alma y la mente.
Tenemos que convencernos de que la realidad no es lo que hay en internet, y que la gente suele ser más amable de lo que algunos tarados con muchos traumas demuestran en las redes, detrás de una pantalla de ordenador, sentados en sus sillones. Como terapia, el alejarse de las redes, no tiene igual. Ya me imagino a millones de psicólogos y psiquiatras del mundo forrándose con esa sencilla receta. Y yo me alegraré…