He aprendido a escuchar a mi cuerpo y a no hacerle demasiado caso. Si me duele algo al correr trato de modificar el paso, o la forma de poner el pie en el suelo, o redistribuir el peso de forma distinta. Pequeños cambios que ayudan a continuar.
Rompo a sudar al cabo de los dos kilómetros. Si no lo he hecho, es que he ido más lento de lo habitual. Y con romper a sudar me refiero a que empiece a caerme una gota de sudor por la frente. Ese es el principio.
Ahora ya puedo tararear canciones o seguir más o menos el ritmo de algunas durante la carrera. Siguen siendo un peligro varias de la banda sonora de «El gran show», la peli musical del bueno de Hugh Jackman: no hay que dejarse llevar demasiado por ellas.
Consigo prestar atención a las letras de las canciones en inglés, e incluso soy capaz de distinguir algunas frases que antes ni siquiera escuchaba. Por ejemplo: «Everything is good for you if it doesn´t kill you» de los Crowded House, que viene a ser algo parecido a «la mierda que no mata, engorda» que digo a menudo.
Como siempre corro a las mismas horas, más o menos, empiezo a reconocer a algunas personas con las que me cruzo…, y ellos me reconocen a mí. Y nos saludamos…, o nos lanzamos miradas de «hola, ¿qué tal? Otra vez por aquí» cuando el aire no da ya para desear los buenos días.
Reconozco que, como no sé los nombres de estas personas, en mi mente las distingo por algún mote o apelativo. Algunos confieso que son políticamente incorrectos, pero me da lo mismo. Sólo están en mi cabeza. Tal vez en algún momento confiese algunos, o no…
A veces, para olvidarme del cansancio, imagino que corro como en una escena de película; la banda sonora la llevo en mis oídos. Eso sí, la pantalla es inmensa y el protagonista…, el protagonista no pasaría el casting ni de una función de marionetas.
Me marco metas, pequeñas, a medio plazo. Las voy cumpliendo muy lentamente, pero no tengo prisa. Ahora mismo ando en doce kilómetros en un tiempo más o menos medio (lento, para ser sinceros). Lo siguiente es bajar esos tiempos. Poco a poco.
Siempre tengo audios en la lista de canciones que llevo (en el móvil) que me salto y de los que pienso, cuando empiezan a reproducirse, que tengo que eliminar. Pero nunca lo hago, así que, cada vez que vuelven a sonar, yo los vuelvo a saltar pensando «a ver si borro esto definitivamente». El bucle infinito.
…y ya sean seis, ocho, diez, doce o veinte kilómetros, calculo las distancias para acabar siempre en Ella:
…por muchas razones.