En serio, de repente se ha hecho otoño. Ha caído de golpe. Vale que los primeros días de septiembre empieza a hacer fresquito por las noches, apetece acostarse tapado con una sábana, las horas de luz se van acortando… ¡¡Pero es que este año ha sido de un día para otro, y yo sin darme cuenta!! Pensaba dejar abierto este «Ocurriario de verano» hasta este próximo domingo, que es cuando acabo mis vacaciones, pero estos consecutivos días grises y desapacibles me han hecho decidir volver a la normalidad (en cuanto a la web se trata; yo seguiré de vacaciones, por supuesto).
Es cierto que me gusta el otoño, pero con sus días de sol. Los días lluviosos están bien si vives en la naturaleza, pero son feos en una ciudad, y a mí me entristecen un poco. Se ve que soy más de luz que de tinieblas. De todas formas ayer, mientras corría, me dio por juguetear con versos y palabrejas y, sin pensarlo demasiado, se me ocurrió esta tontuna que usaré para cerrar este «Ocurriario de verano 2024», hasta el del año que viene:
Mis veranos siempre acaban en otoño:
veroño;
como el río siempre va a morir al mar:
rimar.