Sueños

¿Quién elegirá los tipos de sueños que tenemos?

Cuando Vero decidió irse (sí, voy a hablar mucho de Vero siempre. Para eso esta es mi web y, aparte, la echo de menos) empecé a estar más pendiente de mis sueños, porque pensaba que ella podía querer decirme algo por ese medio. De hecho así ha sido y algún día, tal vez, lo cuente, aunque algo por aquí sí he dejado caer… No suelo soñar con la gente que quiero salvo en contadas ocasiones y, a veces, sobre cosas premonitorias que ya conté en otra entrada.., creo recordar.

Vero, lo he dicho alguna vez, tenía sueños maravillosos, llenos de tramas, personajes, situaciones… Alguno de mis relatos nació de uno de sus sueños, y tal vez un día me atreva a abrir el archivo que guardo en mi ordenador con el nombre de «Los sueños de Vero».

Los sueños de Vero

Pero de un tiempo a esta parte, por culpa de Berto Romero y un «Nadie sabe nada», ando tratando de descubrir si mis sueños son en color o en blanco y negro; en 3D o en 2D. Los de Vero eran en un multicolor maravilloso; ni siquiera en eso le llego a la altura del talón. Sí es verdad que mi cerebro es un cachondo y, a veces, le gusta hacerme soñar conmigo mismo y una hermosa mata de pelo negro adornando mi cráneo. Ha pasado esta última noche, por cierto; pero sigo sin poder discernir si ha sido en color o en blanco y negro. Lo seguiré intentando.

Volver a las rutinas

Andaba dándole vueltas a qué escribir para volver a obligarme un poco a actualizar esto de vez en cuando, pensando en lo necesarias que son las rutinas para anclarnos a la realidad; para ayudarnos a avanzar, sin perdernos, sobre caminos conocidos que nos lleven a vislumbrar, aunque sea de lejos, alguna meta…, y de repente me encuentro con este artículo de Enrique García-Máiquez, en el que habla sobre el poemario «Galgos«, de María Martínez Bautista, y del que destaca, entre otros, este verso:

«Hay algo ritual en la rutina».

Y he recordado una conversación con mi padre de hace algunos días, a colación de los fastos multitudinarios y pomposos en commemoración del setenta aniversario de reinado de Isabel II. A él le parecía todo un despilfarro tanta ostentación , tantos actos cargados de boato y lujo, y tenía razón. Pero le argumenté que una sociedad necesita de sus ritos para recordar quiénes son, de dónde vienen y cuál es su historia, aunque sea de vez en cuando. Igual que los ritos católicos, que nos recuerdan que lo que allí se está produciendo es algo importante, que nos supera a nosotros como meros espectadores pero que nos ayuda, de alguna forma, a ser partícipes.

¿Y a qué viene todo este rollo? Pues, simplemente, a que voy a intentar, de nuevo, otra vez, como cada vez desde hace muchos años, volver a esta rutina de la web. Que lo consiga o no, como he escrito siempre que he escrito sobre ésto, ya es algo que nos responderá el futuro, ¿no?