Envidia

Durante el tramo de mi vida en el que de vez en cuando me subía a un escenario para intentar hacer reír a la gente, tenía un bloque de monólogo sobre la envidia. Hablaba de que cuando te dicen «¡te tengo envidia!…, pero sana» nunca era verdad. Que la envidia no podía ser sana, y que lo que yo, realmente, tenía era «envidia cochina. De la mala…»

Si nos atenemos a la RAE, la segunda acepción de la palabra viene a decir: «Emulación, deseo de algo que no se posee.»

…y de repente mi hermano, el pequeño, el que mordisqueaba las pelucas de mis Playmobil, le rompía las puertas a mis coches en miniatura, destrozaba los castillos que construía con mis bloques de madera, desmontaba los barcos y las naves de Tente que conseguía improvisar…, se casa y se convierte en padre.

Mi hermano pequeño, el sujeto activo de mi respuesta cuando me preguntan si creo en los milagros, de repente… (bueno, no de repente, pero ya me entiendes), es el protagonista, junto con su mujer, Rocío, de uno de los pocos milagros en los que Dios nos hace partícipes necesarios a sus criaturas: este en concreto se llama Lucía y regaló sus primeros lloros al mundo la pasada madrugada del día 24 de enero.

Ahora que ya están en casa, a Lucía le quedará ir pasando por los brazos y las carantoñas de todos sus tíos, por la vigilancia de sus gatos, los regalos de sus abuelos, las miradas curiosas de sus primos y, sobre todo, el amor infinito de sus padres.

Dicen que uno no comprende realmente la capacidad inmensa que tiene de amar hasta que no coge a su hijo en brazos. Yo, que he estado un rato con Lucía en los míos, he podido sentir un mínimo ápice de ese sentimiento. Rocío y Migue ya han llegado al éxtasis. Nadie, salvo ellos, saben lo que han tenido que sufrir para llegar hasta aquí, y eso es lo que les hará seguir adelante a pesar de todos los obstáculos que puedan encontrar, y lo que les ensanchará el corazón hasta límites que ni conocían.

Por mi parte, mientras la he tenido en mis brazos, le he contado algunas cosas que quedarán entre ella y yo (y las personas del Cielo que sé que la están cuidando desde que empezó a ser, hace nueve meses). Me quedaré para mí las dos veces que me ha sonreído, las veces que sus ojitos se han quedado fijos en los míos, su cara de paz y tranquilidad mientras íbamos desde el hospital hasta el coche, acurrucada en mis brazos…

Ahora, a Migue y a Rocío les queda lo emocionante: verla crecer, ver cómo comienza a caminar, escuchar sus primeras palabras, aguantar sus primeros berrinches, perder horas de sueño o despertarse en mitad de la noche con el leve sonido de un mosquito rozando su carita, cuidar sus pasos… vivir, en definitiva, hacia afuera, hacia Lucía. Para ellos ya nada va a volver a ser tal y como lo conocían hasta este momento, porque desde la madrugada del 24 de enero todo será Lucía. Y así debe ser…

…y yo los envidio por eso.

Mi hermana ha titulado esta foto como «Ya está aquí papá». Me encanta.

Un comentario en “Envidia”

  1. Fran says:

    Idiota…. Tengo los ojos vidriosos.

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