Me dice el médico que la caída
hizo que el tendón tirase al punto
de romper del hueso un trozo
por arrancamiento.
Me dolerá, dice el doctor,
como si un brujo vudú clavara agujas
con odio y al rojo vivo,
para más inri.
Pero sé que se equivoca por completo.
Que no tiene ni idea de lo que pasa:
me duele el hombro porque no es tu rostro
el que se apoya en él de vez en cuando.