Educación mañanera

Hoy he salido a la calle a las 7’30 de la mañana y he comprobado que la gente que habita las calles durante esas horas se divide en dos grupos: los conductores, que andan siempre cabreaos, con mala cara y la mirada perdida; y los viandantes, gente que camina acurrucada sobre ella misma, huyendo del frío, enfundada hasta las cejas en ropa. Y son estos los que parecen menos autómatas; parece que se produce una especie de comunión cuando vas andando por la calle y te cruzas con alguien a quien ni siquiera conoces, pero que camina como tú, aunque sea en dirección opuesta. Hay algo parecido a la solidaridad con ese compañero de frío matinal, y cuando nos cruzamos, casi siempre puede oírse un «Buenos días» desde debajo de la bufanda que cubre el rostro del otro, a lo que nosotros respondemos con la misma cortesía: «Buenos días». Y todo se produce sin apenas cruzar las miradas, sin mover la cabeza para mirar al otro, porque cualquier movimiento estropearía el perfecto conglomerado de ropa que nos hemos puesto al levantarnos para salir lo más cubiertos posible a combatir la gélida brisa matinal. En fin, está bien comprobar que, aún a pesar de esas horas, todavía queda gente, cuanto menos, educada y amable…

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