Garufa

Hace algún tiempo que tenía pendiente escribir algo sobre Garufa; ¿por qué? Simplemente porque me apetece.

Nunca me he sentido cómodo en las discotecas, ni en los pubs de moda donde suele ir todo el mundo; pero hace cosa de tres años, por un giro del destino, descubrí Garufa. A día de hoy reconozco que a ésta Sala me unen muchas cosas: las Noches de Paramount Comedy, el haber podido conocer a muchos cómicos que empiezan y otros ya con una carrera en esto de los escenarios, muchas noches de verdadero buen rollo y diversión con los amigos…, pero sobre todo a Garufa me une su gente. Desde el primero (los primeros, en este caso: José María y Segis; algo así como los amos del calabozo, siempre dispuestos a hacerte sentir como en casa; gracias), hasta el último de los porteros (que no son menos importantes; sólo los que pasan menos tiempo dentro). Y en ese arco, en medio de esos extremos, toda la gente maravillosa que trabaja ahí:

Mario (por cierto, quiero ser el 125: «Felicidades, macho», por ayer), Salva, Javi, Marcos…, sabéis que os quiero ¿verdad? Todas esas noches que habéis tenido que aguantarme hasta última hora (y las que os quedan), las noches que he ido sin compañía y no me he sentido solo gracias a vosotros, esa forma de tratarme como si en realidad fuese uno más…, os lo prometo, todo eso me lo llevo conmigo a la tumba guardado muy dentro…

Y qué decir de ellas? Todos saben, lo he dicho muchas veces, y no me importa repetirlo, que estoy totalmente enamorado de las camareras de Garufa; de todas y cada una:

Cristina, y su forma de hacerme sentir que no soy ridículo cuando hago el payaso; Elisa, con su maravillosa locura divertida; María del Mar, a veces demasiado seria, pero capaz de alegrarte la noche con sólo sonreírte al saludarte; Virginia, y su forma suave de estar cansada al final de la noche, pero capaz de mirarte y sonreír (con lo que costó al principio, ¿verdad Ángel?); Esperanza, y su dulzura al contarte cualquier cosa; Lucy..., aparte de otras muchas cosas que no me permito escribir para la luz pública, nos enamora tu acento argentino y esa forma de ser tan… tú; Sabina…, y esos ojazos soportando pacientemente mis tonterías nocturnas, parapetada en el guardarropas…; todas ellas, y las que se me olvidan o que fueron: Ana, Mónica, Estefanía, María José, Laura, Débora...

Mucha gente me pregunta si no me canso de estar siempre en el mismo sitio, pero ¿cómo puede uno cansarse de sentirse como en casa, rodeado de gente maravillosa?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *