Te persigo sin remedio
y te me escurres del tiempo,
por entre los dedos que lastiman
tu alma de poema.
Porque soy un verso suelto
sin rima ni sentido,
buscando algún autor
que nunca llega.
Y me ciegan oropeles y bordados,
ese verbo aséptico que adorna
cada trampa que le tiendes a mi alma.
Y ahora sé que tras las rimas siempre hay barro,
que un poema tiene pies de plomo y llanto;
que si el barro se endurece entre las alas
no hay poeta que me libre del Averno.