Dicen que nunca se cierra una puerta sin que se abra una ventana, pero resulta que hace pocos días, oficialmente, se cerró una de mis puertas favoritas: la de la sala Garufa. Era, en realidad, algo que los habituales sabíamos que llegaría, pero no por eso nos ha apenado menos.
Corría el año dos mil tres cuando pisé Garufa por primera vez, y ya entonces me sentí extrañamente cómodo; yo que huyo, por lo general, de lugares excesivamente concurridos. Conforme fue pasando el tiempo, mis visitas se hicieron cada vez más habituales, hasta que empecé a sentir que incluso podía ir sin compañía porque ya tenía amigos allí dentro y siempre me trataban como uno más.
Al paso de los años, Garufa se fue convirtiendo en el lugar al que iba para desconectar, para estar con los amigos, para celebrar la Navidad o el año nuevo, para ver espectáculos, para salir de marcha o, simplemente, para echar un rato…
Sobre el escenario de Garufa he visto claqué, danzas del vientre, magia, conciertos, monólogos, presentaciones de libros, espectáculos de improvisación, estrenos de web-series… También ese escenario ha sido testigo de mis fracasados intentos por formar parte del mundo de la comedia. No sería capaz de contabilizar, o sí, la de veces que me he subido ahí para tratar de hacer reír al público. Por eso respeto tanto a los cómicos.
También las tablas de Garufa (por cierto, tablas, es literal: el suelo del escenario estaba construido de madera, a mano, por el dueño, Segis, y su padre; un lujo, por lo que contaban, para los bailaores de flamenco y los bailarines de claqué) soportaron algunas de las locuras que mi amigo Tappy y yo perpetramos, una vez que ya Segis se fiaba tanto de nosotros como para permitirnos hacer y deshacer a nuestro antojo. Allí hicimos varias locuras que, de repente, se nos pasaban por la cabeza y a las que el dueño se nos unía siempre. Una de ellas, de la que más orgullosos nos sentimos, fue el Garufa Comedy Station, una especie de show en directo con cabecera, logo, sketches, noticiario, números de magia, concursos, canciones…
…y en Garufa Comedy Station nació The erRat-as Pack, o sea, Tappy y yo en plan crooners de barrio, versionando de forma cómica canciones tales como «New York, New York», «Mack the knife», «Something stupid», «Fly me to the moon»… y algunas más. Suponíamos que Frankie nos perdonaba el atrevimiento porque éramos (y somos) fans de sus canciones. Además, a Segis le gustaba el dúo y se tiró bastante tiempo pidiéndonos un recital, algo que no nos ha dado tiempo a hacer, aunque guardamos la esperanza de que en algún momento volvamos a tener un lugar en el que nos dejen sacar las pajaritas de los armarios. (De las demás cosas que hemos hecho en Garufa guardaré el suspense para alguna otra entrada).
[Best_Wordpress_Gallery id=»5″ gal_title=»The E-rratas Pack»]Garufa ha sido, durante casi veinte años, como cantaba Antonio Vega, el sitio de mi recreo. El lugar donde me divertía con amigos, donde me sentía cómodo sin ser mi casa, aunque la considerase como tal. Dicen que uno es de donde se mantienen sus recuerdos, y en aquella sala habrá, siempre, muchos de los míos.
Yo, como Segis, no me resigno a pensar que se ha acabado. Más bien que es un alto en el camino; un paréntesis para echar la vista atrás, descansar, recargar pilas y volver con la lección aprendida, las heridas cerradas y los problemas resueltos. Eso es la vida: un continuo recalibrar del camino.
Como reza su lema: Garufa; como en casa, pero con amigos.
Permaneceremos atentos.