2016

Evolucionar

Estoy acostumbrado a que mis amigos me digan que no he cambiado en años; que sigo igual que cuando me conocieron… También es verdad que la mayoría de los que me conocen ahora no han vivido mi época de melenitas y remolinos, así que no tiene mucho misterio la cosa. Pero, de repente, Facebook me propone uno de esos juegos que alguien programa y que todos nos apresuramos a compartir si el resultado nos gusta o habla bien de nosotros, aunque sea mentira: «¿Cómo has evolucionado con los años?» se llama y, en mi caso, es descubrir esa evolución a través de una foto de cada año, desde el 2009 hasta este.

evolucion
Cómo he evolucionado con los años según Facebook

…y es posible que algo de razón tengan mis amigos. ¿Cuál es mi conclusión? Los calvos no podemos evolucionar porque hemos llegado antes que el resto de la humanidad al final evolutivo; a partir de nosotros, ya, es todo retroceder.

2016

…y además, 44

telegrafo
Con lo bien que vivíamos con esta tecnología…

Cosas que se vienen a la cabeza, así, en plan telegrama:

  • Si vas por la calle haciendo vídeos para hacerte popular insultando o faltando al respeto a la gente es posible que alguien, alguna vez, te conteste de forma violenta.
  • Rechazo total de cualquier tipo de violencia en respuesta a algo.
  • Hay una manía enfermiza por ser popular en las redes a costa de cualquier cosa. Si hay que hacer el ridículo o parecer idiota a la vista del mundo, no importa. El caso es que tus entradas o tus vídeos tengan muchos seguidores. Ya vendrá luego alguna tele a ficharte, aunque no tengas nada que aportar sobre ningún tema.
  • La inmediatez que nos pide internet está matando la creatividad.
  • Lo políticamente correcto está matando el espíritu crítico.
  • En España nos gusta recrearnos en nuestra propia inmundicia; somos más de poner el foco en nuestros defectos que de iluminar nuestras virtudes.
  • Me da pena la gente que no cree en que hay algo más allá de la muerte.
  • Lo mismo ellos se ríen de mí por creerlo, pero hace años que dejó de importarme lo que los demás opinaban de mí y mis principios.
  • El fútbol es el opio del pueblo.
  • Ya no hay periodistas deportivos; hay hooligans en platós de televisión y cadenas de radio.
  • Tampoco hay periodistas de verdad; hay opinadores nada imparciales.
  • Un periodista es un transmisor de la realidad. El que habla sobre ella es un opinador.
  • La comedia en España está muy mal valorada. En Andalucía, más aún.
  • Hay quien dice que en España los políticos están mal pagados. Se les paga en relación a la calidad de su trabajo…, y ya su sueldo está muy por encima de lo que la mayoría aporta.
  • Que no creas en una cosa no significa que no exista.
  • En una sociedad que elimina cualquier atisbo de espiritualidad, la poesía deja de ser un arte para ser, simplemente, frases sueltas y sin sentido.
  • Cuando mercantilizamos el arte cualquier buen comercial puede llegar a ser llamado artista.
  • ¿Es arte si cuando una limpiadora lo tiene delante no sabe si contemplarlo o tirarlo a la basura?
  • Alepo, Siria, los refugiados, las persecuciones a cristianos… hemos matado a Dios para poder matarnos entre nosotros sin remordimientos de conciencia.
  • Si los que envían a sus países a la guerra tuvieran a sus hijos en primera línea de batalla, muchos tratados se habrían firmado antes de disparar la primera bala.
  • Me ha gustado bastante la peli del doctor Extraño, la de J.K. Rowling sobre monstruos y dónde encontrarlos, y me ha decepcionado un poco la de Tim Burton sobre los «niños peculiares»; ir al cine con expectativas no es nada recomendable.
  • Se acerca la Navidad, el tiempo en el que más adoradores de la veracidad científica de la historia aparecen para sacarnos de nuestros errores.
  • Son tan patéticos los piques y las peleas por el fútbol que tendrían que poner en las entradas de los estadios: «por favor, no entre aquí sin su cerebro. El mundo se lo agradecerá».
  • …y además el lunes 12 me cayeron 44 tacos. Lo sé, me conservo muy bien, pero el secreto me lo llevaré a la tumba… O también podría decir que «el secreto me llevará a la tumba».
2016

Cambios de hora

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Jugar a Regreso al Futuro

Pues ya estamos otra vez con los cambios de hora. En teoría esta noche, los listos que se encargan de esto, te dejan dormir una hora más, pero no saben que, llegados a cierta edad, a tu cuerpo le da lo mismo lo que marque el reloj; cuando llevas una serie de horas en la cama, los ojos se abren, el cerebro se activa y, por mucho que le digas «vamos a dormir un poco más, que es muy temprano», él ya tiene a las tres neuronas a tope.

Y aquí estamos, a las 8:50, duchado, casi desayunado, y escribiendo. Habrá que aprovechar la hora que nos regalan los listos que se encargan de esto porque dentro de seis meses nos la robarán de nuevo. Y así hasta que alguien se decida a dejar de mover los relojes y que el tiempo siga su curso normal y natural, porque esto de jugar a Marty McFly en versión cutre, no sé a vosotros, pero a mí me genera eso que los que hacen viajes largos, muy largos, muy muy largos, llaman jet lag; o sea, dos días en los que el cuerpo no sabe exactamente qué está pasando y tú tienes que ir explicándole que hay que cambiar un poco los ritmos.

Sí, la edad es muy mala para según qué cosas.

2016

Agradecimientos

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Carlos Bardem siendo muy original

Sí, es una frase que pretende ser graciosa y ocurrente, pero es muy cansina.

«Los actores que agradecen sus premios a sus familias, ¿para qué ruedan? No les hace falta, ellos no actúan». Tampoco tiene sentido, ¿verdad?

¿No cree usted en Dios, señor Bardem? Muy bien, yo sí. Y Le agradezco lo que quiero y cuando quiero. No me venga con frases hechas, que ni siquiera son suyas, a tratar de menospreciar mis creencias.

¿Jugamos a algo? Usted dice que Dios no existe. Yo digo que sí. Al final de nuestras vidas, si tiene usted razón, yo habré estado equivocado durante 70 u 80 años; si el que está en lo cierto soy yo, usted estará equivocado por el resto de la eternidad.

¿Le sirve el hacer gracietas contra las creencias de cientos de millones de personas para ser más feliz o sentirse bien consigo mismo? Me parece perfecto, siga haciéndolas; eso le retrata a usted, no a la gente a la que pretende ridiculizar. Pero hágame un favor: no me diga a quién debo o no agradecer mis éxitos, mis logros, mis virtudes, mis dones, mi vida en general si quiero…

Le regalaré, señor Bardem, una frase de un poeta que un amigo ha rescatado esta mañana, por si le sirve de algo. Créame, espero sinceramente que sí.

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La eternidad siempre espera
P.D.: Me he tirado media tarde pensando si publicar o no esta entrada porque no quería que pareciese desdeñosa; creo que no. Eso sí, puedo asegurar que las cuatro primeras veces que la he escrito (y borrado) sí era bastante agresiva…
2016

La parábola del partidillo en el recreo

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¿Me eligirá alguien esta vez?

Érase un niño gordito al que los profesores habían encargado el balón de la clase durante los recreos.

Una mañana, cuando salieron todos al patio para jugar el habitual partidillo, los cabecillas ya se habían repartido, antes de salir, a la mayoría de los que sabían jugar al fútbol, y solo quedaban los lentos, los torpes y el gordito encargado del balón (vamos, los de siempre). Ninguno de los dos quería tenerlo en su equipo porque pensaban que perderían el partido con él en sus filas, y todos sabemos lo importante que es ganar el partidillo de los veinte minutos de recreo, porque eso te da la posibilidad de meterte con los perdedores hasta el final de las clases de ese día. (Y yo que siempre he pensado que los gorditos son los que mejor toque de balón y visión del juego tienen…, pero eso no forma parte de la parábola).

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Todos sabían siempre con quién iban

Los cabecillas de la clase se peleaban entre ellos por ver quién tenía que elegir al gordito.

– Tienes que elegirlo tú. Te toca a ti.

– No, te toca a ti, que tienes uno menos porque se te ha ido alguien al servicio.

– Pero te toca elegir a ti. ¿No ves que si no lo eliges no podemos jugar?

– Tú tienes uno menos. Es tuyo.

– Yo no lo quiero. Es tuyo.


Y mientras, el gordito, pacientemente, se comía su bocata de Nocilla, sabiendo que él tenía el balón y que, lo eligiera quien lo eligiera, apenas iba a tocarlo, porque ya sabemos que los buenos son bastante chupones y casi nunca centran el balón a nadie, a menos que sea otro bueno, cuando juegan en el recreo.

Poco a poco todos se iban cansando, pensando que los cabecillas eran idiotas porque parecía que no querían jugar al fútbol y solo se preocupaban por quién de los dos tendría más posibilidades de ganar quitándose de en medio al gordito.

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De vuelta a clase.

…y entonces sonó la campana: se acabó el recreo. Había que volver a clase y ni siquiera habían dado una pequeñita carrera detrás de la pelota. Conforme iban pasando cerca de los cabecillas, los integrantes de sus propios equipos les recriminaban la pérdida de tiempo:

– Sois idiotas.

– Hemos perdido otra vez el recreo por vuestra culpa.

– A la próxima elegimos nosotros y os quedáis fuera, porque sois tontos.

Los cabecillas se miraban, sonriendo: ninguno de los dos había perdido el partido. Habían conseguido dejar sin diversión a todos los demás, pero su ego estaba a salvo. Y entraron de nuevo en clase, sin haber sudado un milígramo, pero habiendo sido el centro de atención de todos durante un buen rato.

…y así, queridos amigos, es como veo yo el actual estado de la situación en la que nos tienen nuestros políticos, y el sinsentido de que quienes no son capaces, por egocéntricos y cabezones, de sacarnos de este embrollo, sigan cobrando de nuestros impuestos. Que cada cual asigne el personaje que quiera al político que mejor le plazca. Yo, por mi parte, tengo claro los roles.

2016

La dictadura de los números

maniquíes sin talla
Maniquíes desechados

Hace un rato he leído, por encima, una noticia de alguien que había hecho una denuncia pública a una tienda de ropa porque, al parecer, engañaban a los clientes con las tallas. Al principio, y a bote pronto, pensé: «tiene razón. A ver si así, denunciando, les ponemos las pilas a estas tiendas que juegan con el tallaje de lo que venden para engañar a la gente«. Luego, pensándolo un poco más me he dicho: «a ver, una talla no es más que un número. Como la edad, o la estatura, o el de los autobuses públicos…«

¿En serio es tan importante para algunos el tener una talla determinada? ¿Eres mejor persona por tener una talla 38 o una 54? ¿Te hace ser más atractiva usar un número concreto de pantalón o ser más guapo si te calzas una camisa con una numeración determinada en el cuello?

Maniquí vs mujer
¿Cuál es la talla normal?

Vas a una tienda a comprarte unos pantalones, te pruebas una talla 38 y no te cabe. ¿Montas en cólera contra el encargado porque tú tienes la completa seguridad de que entrabas en una 38 y esta no te pasa de los muslos? ¿Y si sales del probador y lo intentas con una 40? ¿Tan baja tenemos la autoestima para preocuparnos por un número que cambia según los fabricantes? ¿En serio vamos a una zapatería a probarnos un 39 y si nos queda pequeño, en lugar de probarnos un 40, pedimos la hoja de reclamaciones al zapatero porque nuestra horma tiene que ser la 39?

¿Quién marca que lo perfecto sea el número 38 y a partir de ahí es malo? ¿De verdad tenemos una sociedad tan superficial que nos importa con qué número los fabricantes de ropa marcan sus productos?

Ahora mismo, para mí, la talla perfecta es la 48, porque es la que me entra y con la que me siento cómodo. Cuando mis grasas y mi desidia me lo permitan, lo mismo será la 42 o la 44. ¿Es mejor una que otra? Simplemente son las que se adecúan a las circunstancias de cada momento.

Mujer
¿No es una modelo?

Si de repente las tiendas de ropa viesen que lo que más venden son tallas 42 o 44, seguramente empezaríamos a cambiar esta dictadura que nos imponen los maniquíes de los escaparates. Si en lugar de enfurruñarnos como niños pequeños porque queremos entrar en la 38 o la 36, nos convenciéramos de que nuestra talla es la perfecta para nosotros, sea la que sea (en serio, insisto: ¡¡¡es sólo un número!!!), empezaríamos un poco a destrozar de una puñetera vez esta maldita sociedad de la imagen que quiere decirnos quién es digno y quién no según unos cánones que marcan unos señores a los que les importan más sus cuentas corrientes que el que sus tallas sean más de muñequitos de acción que de personas de carne y hueso.

Es todo tan absurdo que a las modelos con una talla distinta a las que usan estos señores de mente enferma las llamamos «curvy«. ¿Por qué? ¿Y si las llamamos modelos, sin más?  ¿O por qué no llamamos a las otras «modelos ultraslim«? ¿No estamos contribuyendo también nosotros a esta locura adoptando con toda naturalidad esta forma de denominar a la gente?

De verdad, son sólo números. No son tan importantes. Lo mismo por eso yo siempre he sido más de letras.