Lo que hasta ahora consideraba como mi segunda casa, Garufa, ha dado esta temporada un giro inesperado: las manos que lo conducen a partir de ahora son nuevas. Ha habido muchísimos cambios, sobre todo personales, que, al fin y al cabo, eran el activo más importante de la sala bajo mi punto de vista. No tengo nada en contra de la gente que se ha hecho cargo, pero ya nada será lo mismo al menos para mí. Ya no me encontraré con gente a la que he ido cogiendo cariño durante estos últimos casi cuatro años a base de risas, conversaciones, copas y trato cuando entre por las puertas. Para mí quedan todas las buenas horas entre esas cuatro paredes, la gente maravillosa a la que he tenido la suerte de conocer y apreciar y querer, las anécdotas…, en fin, muchas cosas que quedarán en cada rincón de aquel lugar que nunca volverá a ser lo que era.
Espero que a «los nuevos» les vaya bien. Yo, en Garufa, ya he hecho amigos, espero que para siempre. Ahora volveremos a ser como extraños en lo que antes era como nuestra casa. La vida es, a veces, irónica…, pero aún quedan muchas cosas por vivir. Vivámoslas.