Había pintado su cuarto de azul y había metido en cajas todos sus recuerdos, sus regalos, sus notas, sus cartas… todo lo que a lo largo de siete años había ido guardando de ella. Estaba dispuesto a cerrar, definitivamente, esa etapa de su vida. Lo llevó todo al contenedor de basura y, sin mirar atrás, lo dejó allí.
Mientras volvía a casa tuvo la certeza de que jamás encontraría un contenedor donde dejar su propio corazón.