Hace tiempo que me hacía ilusión tocar la guitarra sobre un escenario, rodeado de amigos, pasándolo bien y en un lugar donde me sintiese agusto. El pasado día 26 fue el día: dos buenos amigos, Garufa (el local donde vamos a ensayar los monólogos y donde me tratan prácticamente como en mi casa), y unos cuantos amigos en el público.
Lo reconozco, no fue todo lo bien que hubiésemos soñado, entre otras cosas porque servidor es más bien torpe a la hora de compartir sus esacasas dotes artísticas, pero la paciencia de Ángel y Antonio suplieron mi falta de práctica y de tablas.
Me encantó, tengo que confesarlo. El subidón de adrenalina me hizo llevarme toda la noche eufórico, dando besos y abrazos a diestro y siniestro; por cierto, si alguna se sintió «acosada» en alguna manera, desde aquí le pido perdón, pero no prometo que no vaya a volver a repetirse si hay una próxima vez…, que espero que sí. Da gusto tener tantos y tan buenos amigos y, además, pasarlo tan bien con ellos.
Gracias a todos. Sabéis que os quiero.