Ya ha saltado la noticia ( que yo había conocido hace algunos días a través del grupo de seguidores de Dire Straits y Mark Knopfler en el que me muevo desde hace alguna década) de que Eric Clapton sufre alguna enfermedad neurológica que le va a impedir tocar la guitarra normalmente. O sea que, probablemente, se acabaron las largas giras.
Para mí es una muy mala noticia, porque aún no he visto en directo a uno de mis dos guitarristas favoritos. Alguien en Facebook, hoy, comentando la noticia, decía que llevamos una racha bastante negativa. Y tiene algo de razón, porque últimamente se nos han ido B.B. King, Ben E. King, Percy Sledge, Maurice White, Prince, David Bowie, Glenn Frey, George Martin, Otis Clay, Natalie Cole… También en Facebook escribía hoy que el problema de estas marchas es que son insustituíbles. Pero Clapton aún no se ha ido. Todavía puede grabar discos y, quizás, dar algún que otro concierto. De hecho su último disco se titula «I still do» (todavía lo hago; como decir, «¡eh, que sigo por aquí!»).
Irremediablemente nuestros ídolos se hacen mayores, a la misma vez que nosotros, y por ley de vida irán desapareciendo, como cualquier mortal que se precie.
Espero que el bueno de Eric pueda disfrutar de sus días lo mejor posible. Si tiene que apartarse para ello de la guitarra, ya tenemos muchas maravillas salidas de sus manos. Eso sí, aún tenemos la esperanza de que encuentre la forma de, al menos, seguir grabando discos. ¡¡Larga vida a los músicos!!
…y volveré a hablar de los ídolos de barro, pero en otro sentido más… elevado. Otro día.