Y llegó el tercer día. Un día en el que pretendía hacer muchas cosas porque mi avión salía a las 22’00h., pero mis pies decidieron por mí. Creo que se pusieron en huelga, y apenas conseguía dar un par de pasos sin ver toda la vía láctea y parte de la constelación de Orión debido a mis ampollas, que se ve que habían madurado durante la noche mientras dormía, para despertar conmigo, más vivas y puñeteras.
Con este panorama lo único que me quedaba era coger el metro y desplazarme a sitios concretos, sin andar demasiado. Os lo confieso: es la peor experiencia que se puede tener, que tú quieras andar y tus pies te digan lo contrario. En fin…
Las dos veces que he estado en Lisboa, el último día, siempre ha amanecido nublado. Supongo que es una forma de decirme adiós de la ciudad, que me recibe siempre con sus colores más brillantes.
Quise que el primer sitio en visitar, sin andar mucho, fuese la zona de la Expo del 98, donde vi a Mark Knopfler por primera vez. Parece ser que en Lisboa la zona de la antigua exposición sí que se usa a diario, totalmente al contrario de lo que ha pasado en Sevilla con la zona de la Expo’92, que prácticamente está muerta… Las cosas de nuestros políticos y de la falta de imaginación… (o las pocas ganas de trabajar de verdad por la ciudad… pero bueno, ya he dicho que no voy a hablar de política en mi página).
…y estuve sentado bastante tiempo, viendo a la gente paseando, haciendo footing, en bicicleta, con sus hijos, con sus perros… Mucha gente disfrutando, a pesar de la mañana, de un agradable paseo por la expo y las orillas del Tajo. Os lo recomiendo: un paseo tranquilo por la antigua Expo’98. Y mientras estaba sentado recordé que en Lisboa existía aún un Continente (que no se había convertido en Carrefour), y se me ocurrió que, ya que mis zapatos me estaban matando, podría tratar de comprar unos más cómodos y anchos para que el dolor fuera un poco más soportable. Por suerte, Contiente estaba al lado, y allí me fui, despacito, para buscar unos zapatos.
…y como ya era la hora, después de los zapatos, decidí que la expo era un buen sitio para comer tranquilamente. Y así lo hice. Después, con mis nuevos zapatos, pensé que debía comprar algunos recuerdos, y me fui al centro, a las tiendas para guiris (con lo poco que me gustan y lo caras que son, pero bueno…).
Al final llegaron las primeras horas de la tarde y puse rumbo al aeropuerto, poco a poco, con tranquilidad. Pero antes tenía que hacer una cosa: pasar por mi estación de metro favorita y hacerle algunas fotos. Si Lisboa es una ciudad luminosa y de multiples colores, la estación de metro de Olaias no se queda atrás. Es, con mucho, la más bonita que he visto nunca (tampoco es que haya visto muchas, pero, por ahora, tiene ese título en mi subconsciente).
Una vez hechas las fotos de la Estación de Olaias, fui andando (como no), poco a poco, hasta el aeropuerto. Tenía toda la tarde y muchos parques con bancos en los que dejar descansar mis cebaduras un rato. Por la tarde, a eso de las 19h. llegué al campo de fútbol del Sporting de Lisboa, que, como no, tenía un parque cerca. Así que hice la última parada en mi «peregrinación» hacia mi destino final…
Por supuesto, de camino al aeropuerto, volví a perderme. Estaba muy cerca desde el campo de fútbol del Sporting, pero me perdió mi manía de «por aquí seguro que es más recto»… Yo me divierto así…
En el avión de vuelta volví a escuchar hablar español, porque si a la ida íbamos sólo 7, a la vuelta éramos 13, y todos de Sevilla…, creo.
Y así acabó mi tercer viaje a Lisboa. No será el último, seguro.