Los tinteros vacíos no cuentan historias (II,)

…el caso es que me tiré mucho tiempo, también, con el aspecto externo del libro. Buscaba posibles cubiertas, por supuesto con dibujos sacados de internet. Como era algo que no iba a comercializar, mi espíritu judicial no le puso pegas. Hice algunas posibles portadas que, por supuesto, le pasé a Vero para que me diera su opinión:

…pero ella no terminaba de ver ninguna, aunque le gustasen. Por eso opté por la niña en el columpio suspendido en el árbol: porque tal vez aquellos relatos de dentro sólo eran un divertimento, un columpiarme sin red en un sitio que me divertía.

En el interior, cada relato tenía una ilustración junto con el título, porque también quería ver qué tal quedaban impresos los dibujos en la imprenta online (de Londres) donde mandaba a imprimir los ejemplares.

Junto con cada relato, al inicio, aparte de la ilustración, decidí escribir algunas pocas líneas que sirviesen como explicación al relato: como un avance. No me preguntes por qué; en aquel momento me pareció una idea estupendísima:

Por supuesto, en las últimas páginas de esta primera edición limitadísima, dejé constancia de todos y cada uno de los dibujos, ilustraciones y pinturas que había usado, y de sus respectivos autores. Robar, pero con clase.

…y acabé el libro como me gusta que acaben: con la fecha y el santoral del día.

Por supuesto, esas últimas frases eran una premonición. Supongo que ya intuía que me iba a gustar sentirme escritor, aunque fuese de manera ficticia, teniendo en las manos relatos míos conformando un libro, y querría seguir con esa sensación. Así que, para la siguiente edición seleccioné algunos relatos más y… bueno, mejor te lo cuento en la siguiente entrada, ¿no? (Es una pregunta retórica. No hace falta que la contestes porque, sea cuál sea tu respuesta, voy a hacerlo así. Es lo que hay).

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