Para la versión Kindle ya empecé a usar el título «Los tinteros vacíos…» del que, además, cuento su origen en la última edición: por supuesto, cosa de Vero; por eso aparece ella también en los créditos.
Hice algunas pruebas con composiciones fotográficas en plan «herramientas de escritor», pero ninguna me terminaba de convencer, así que usé Photoshop para poner la foto de un tintero casi vacío en un fondo neutro, sin más.

No era algo que me convenciese demasiado, pero quería poner a la venta, de alguna forma, los relatos; y no me apetecía meterme en el lío de la versión en papel, así que Kindle me pareció una buena piedra de toque.
Amazon te da la posibilidad de regalar durante unos días, como promoción, tus escritos en formato e-book porque, en el fondo, a ellos no les supone ningún gasto. Y eso hice: tres días estuvieron los relatos de forma gratuita y reconozco que me sorprendió que tanta gente los descargase. Luego, cuando se acabó la gratuidad, fue muy distinto. Pero no edité estos relatos para hacerme rico, y sabía de sobra que tampoco tenían la calidad ni siquiera para intentar vender algunos ejemplares (sí, le llaman «síndrome del impostor«, y lo tengo muy acusado. Tal vez ayude, o no, el haber leído mucho: uno intuye más o menos lo que tiene calidad y lo que no la suficiente, ¿qué le vamos a hacer?).
…pero tampoco me quedé conforme con esta versión, y seguí investigando sitios en los que imprimir mis relatos. En una de estas, di con la web Pixarprinting.com, que ofrecían la opción de hacerlo en un formato cosido, no pegado. Eso sí, necesitaban un número de páginas determinadas que fuese múltiplo de no recuerdo qué cifra. Y como me faltaban algunas para cumplir el requisito, decidí añadir uno de mis relatos que aún me gustan (hay pocos, la verdad. Algún día lo mismo hablo de ellos) y que, por lo que sea, no había añadido a ninguna de las versiones anteriores: Redención. Escribí un nuevo prólogo, agradecimientos, y algo que sigo manteniendo: un epílogo en forma de poema titulado como el libro, en el que trato de explicar por qué los tinteros vacíos no cuentan historias. También le añadí un petirrojo a mi logotipo…

…e hice una lista nueva de gente a la que enviárselo. ¿Quiénes fueron? No lo recuerdo. Sólo espero que, al menos, un par de ellos lo hayan leído. Por supuesto, en la última versión el poema está muy retocado. Otro de esos dones que no quiso darme el Cielo: el de la poesía, aunque lo sigo intentando a veces. Tal vez a base de aporrear las puertas del Parnaso alguien, en algún momento, me las abra.
Los de PixarPrinting se equivocaron y no me los imprimieron con la encuadernación cosida. Creo que piensan que no me di cuenta porque no protesté, pero ellos sí se dieron cuenta, supongo, porque me mandaron algunos ejemplares más de los que había pedido. Quiero pensar que fue su manera de pedirme perdón por el error. Y sí, los perdoné.
Se me olvidaba decir que para esta edición hice un cambio en los diseños de la cubierta y la contracubierta. Por supuesto, con la ayuda de mi hermano José, que es el artista plástico de la familia, que estuvo dándole vueltas a mi primer diseño hasta que lo dejó presentable.

…y después de esta, empecé a darle vueltas a la versión física para Amazon. Pero eso lo contaré en la siguiente entrada que, esta vez sí, será la definitiva. Que no voy a hacer de esta web un monográfico con la de cosas que hay que hablar y contar, ¿no?