De repente me dio por pensar que era hora de intentar la versión física en Amazon, porque la versión de e-book no tenía el relato Redención, y porque tenía curiosidad por saber cómo imprimiría Amazon los libros. Reconozco que me daba un poco de miedo, porque los libros de amigos que tengo, editados por Amazon, a mi parecer, no tienen mucha calidad, pero quise probarlo por mi cuenta.
La idea era publicarlo para el día 12 de agosto, por cosas mías, aprovechando que estaría de vacaciones y podría dedicarle tiempo. Pero nada sale como lo planeas en estas cosas; al menos no a mí. Y todo se alargó, y se alargó, y se alargó.
¿Cuál es el problema con Amazon? Que tú lo editas, maquetas, etcétera, pides una prueba de impresión y, mientras te la imprimen, te la mandan y tal… pueden pasar dos semanas. Si a eso le unes mi tiquismiquismo, del que ya he hablado, y el que cada vez que se me ocurría alguna cosa que cambiar o corregir había que volver a enviarlo, solicitar una prueba de impresión, que llegara, revisarla… todo el proceso es muy largo.
La primera prueba fue, tras retocar, corregir, ampliar o descartar algunas cosas de la versión que ya tenía impresa la última vez, relativamente bien. Pero, de repente, a mi hermano se le ocurrió que podría dibujarme algunas ilustraciones para los relatos. Así que volvió a leerlos y a esbozar algunos dibujos que, por supuesto, envié a Amazon para ver si quedaban bien. Decidimos que serían en blanco y negro para no encarecer mucho la impresión y para que no tuviese él demasiado trabajo. Spoiler: lo tuvo, porque él es muy perfeccionista y yo muy mijitas.
…y como mi hermano tenía que retocar los dibujos que habíamos mandado porque quedaban muy oscuros, terminar de dibujar los de todos los relatos (porque decidimos que habría uno por cada relato, como cabecera, al principio), mientras, se me ocurrió cambiar el tamaño del libro (hasta ahora eran tamaño A5) para que fuese algo más «de bolsillo». Y eso conllevó volver a repasar todos los tamaños de fuente, las separaciones, la paginación, los bordes y márgenes de página, los pies y las cabeceras, los interlineados, las separaciones entre letras, el contar las líneas por página para que todas tuviesen el mismo número…: un auténtico parque de atracciones.
Y en cada repaso de comprobación encontraba cosas nuevas que corregir o aspectos que había pasado por alto (algunos de ellos me los señaló mi compañera de trabajo, Concha, que estuvo un tiempo trabajando en la editorial en la que mi amigo Paco Cifuentes había editado uno de sus libros); reescribí también el poema del final de los relatos, y el prólogo, el epílogo y la contracubierta del libro…
Por supuesto, también cambié, con ayuda de mi hermano, la cubierta y, por fin, conseguí subirlo del todo, en septiembre. Pedí algunos ejemplares para regalarlos a algunas personas, y ahora está ahí, en Amazon, viviendo a solas, sin mi vigilancia, porque he decidido no volver a revisarlo, al menos en un tiempo. Porque quiero tratar de escribir, o terminar de escribir, otras cosas. Seguro que volveré a estos «Tinteros…», pero será con tranquilidad, con perspectiva y con más cosas terminadas y distintas… O eso espero.
A modo de corolario
A lo largo de estos cuatro años de cambios, reediciones, añadidos, pruebas, impresiones… de mi «Los tinteros vacíos no cuentan historias», los ejemplares que he repartido por mi cuenta nunca han estado firmados ni dedicados, a pesar de que algunos amigos me lo hayan pedido. El motivo es que sólo uno está firmado y dedicado y, de momento, quiero que siga así. Imprimí unas tarjetas que sí he manuscrito en cada uno de ellos para sustituir esa firma.
Y otra cosa que también he hecho en esta última edición ha sido cambiar el petirrojo sobre mi logo. Ahora me gusta más.
Si hay un próximo libro, que espero que sí, prometo firmar los que me pidan. Soñar es gratis, ¿no? Pues eso: «soñad y os quedaréis cortos».