Corro, a veces, sí. Poco y mal, pero corro a veces. Y últimamente voy pensando muchas cosas mientras sudo con mi trote cochinero y mi música sonando en los auriculares. Cosas sobre los demás, sobre mí mismo, sobre la vida, sobre cómo nos vemos y nos juzgamos, faltando a la justicia y a la más elemental empatía…
¿Y qué cosas pienso mientras corro? Pues estas son algunas de ellas:
- Siempre va a haber pequeños escollos que nos van a querer convencer de que no es un buen momento, de que podemos retrasarlo, de que tal vez mañana sea mejor…, y no es verdad. El mejor momento es cuando lo tenemos previsto.
- Cuando empezamos, a menudo, puede haber algún pequeño dolor, una ligera molestia, un pinchazo. Si seguimos adelante, sin prestarles mucha atención, suelen desaparecer mientras hacemos camino.
- El ser humano es capaz de soportar más sufrimiento del que creemos.
- No somos mejores que nadie por adelantar ni peores porque nos adelanten. Simplemente, cada uno tiene su ritmo y en nuestras manos está ir superándolo y acrecentándolo o, por el contrario, abandonarnos y perderlo por completo.
- Jamás juzgues a alguien justo al cruzarte con él; no sabes el tiempo que lleva en el camino, ni contra lo que está luchando, ni la cantidad de sacrificio que está empleando para seguir avanzando…
- Al final todos somos corredores de fondo: todos tenemos una Meta que alcanzar. La velocidad, el camino, el equipo, la música, el ritmo… son algo que cada uno elige en función de su preparación y sus posibilidades. Lo importante es el Final.
- Una sonrisa, un saludo, un mínimo gesto, a menudo, son lo único que alguien necesita para seguir luchando.
Estas son algunas de las cosas que pienso cuando salgo a correr de vez en cuando. Cosas que me susurra mi propio cerebro, tal vez para distraerse y distraerme sobre lo quemadísimo que estoy y la falta de deporte que tengo, yo, que hace años era capaz de hacer kilómetros y kilómetros en bicicleta sin casi despeinarme…, aunque eso sigo haciéndolo ahora. Lo de no despeinarme, digo.