Por si alguien se lo preguntaba, ya es oficial: nuestros políticos se drogan o toman alucinógenos de algún tipo. De repente ayer, leyendo los periódicos, aparece la noticia de que el gobierno quiere unirse a algo que llaman «Proyecto Gran Simio»; una especie de organización que dice, entre otras cosas, pretender «trabajar por la supresión de la categoría de ‘propiedad’ que ahora tienen los antropoides no humanos y por la inclusión inmediata en la categoría de personas.» Está claro: «Compartimos el 98.4 % de los genes con los chimpancés, el 97.7 % con los gorilas y el 96.4 % con los orangutanes» . Si esto se lleva a cabo, también podremos compartir educación, trabajo e incluso cama con algún chimpancé, claro está, siempre que exista amor.
Un grupo de científicos dicen haber demostrado que los grandes simios «tienen su propia cultura, que son capaces de trasmitírsela a sus hijos, que conversan entre ellos, que tienen pensamientos privados, imaginación, recuerdos temporales, autoconciencia, empatía, capacidad de engañar, curiosidad, sentido del humor, sentido del tiempo, consciencia de la muerte y son capaces de mantener una amistad que dure toda la vida». ¡¡Si son mejores personas que nosotros mismos!!
Y nosotros preocupados por los millones de personas que no tienen agua potable, comida o techo. Preocupados por los millones de niños que son explotados en el mundo, o por los que ni siquiera son considerados personas y asesinan antes de nacer. Eso sí, los simios, por favor, que no me los toquen.
¿Nos estamos volviendo locos, o es que es cierto que nos parecemos tanto a los monos? Eso sí, la parte que es cierta de esa afirmación es más bien por demérito nuestro que por porcentaje genético de ellos… Yo, por mi parte, me niego a admitir que mi tátara, tátara, tátara, tátara… abuela hiciese ganchillo en la puerta de su cueva con alguna pariente de la mona Chita.