2016

Soledad

SoledadMi amigo Tappy dice que siempre evito decir que trabajo como teleoperador, pero probablemente exagera un poco. El caso es que sí que trabajo en eso y, como todo en esta vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

A lo largo del día hablas con mucha gente: impacientes, torpes, maleducados, dubitativos, pedantes, tranquilos, divertidos, amables, amas de casa, estudiantes, trabajadores, jubilados, extranjeros… Y de vez en cuando te encuentras con alguien, al otro lado del teléfono, que simplemente quiere hablar. Que se inventa una excusa, una duda, una pequeña avería, para llamar y charlar con alguien, aunque sea un desconocido.

Y es algo que ocurre con más frecuencia de lo que puede parecer. Por lo general suele ser gente mayor, abuelos que han puesto internet por los nietos, o porque a los hijos se les ha metido en la cabeza que sus padres tengan algo que no van a utilizar nunca. Y te das cuenta de que, con tanta tecnología, tantos avances, están solos o se sienten solos, porque lo único que quieren es que alguien les escuche, da igual si es mirándoles a la cara o al otro lado de un frío aparato telefónico. La soledad da dentelladas mucho más gélidas.

Y cuando te tiras veinte minutos hablando con este tipo de personas, al colgar, es cuando te das cuenta de que la tecnología nos está volviendo insensibles. Que desechamos a los ancianos simplemente porque no siguen nuestro ritmo, porque vamos tan acelerados que nos olvidamos mirar hacia atrás; y no recordamos que los que dejamos detrás son los que antes nos han abierto la autopista por la que nosotros transitamos, pensando que tenemos todo el derecho a ello, sin apenas prestarles atención.

Te hierve la sangre cuando te llama un abuelo diciéndote que está poniendo internet para que sus nietos lo tengan cuando les visiten. ¿Qué tipo de sociedad hedonista estamos generando? ¿Qué cantidad de egoísmo somos capaces de tener sin que nos remuerda la conciencia? ¿Qué clase de seres humanos somos que nos importan tantísimo los perros y gatos abandonados pero dejamos encerrados en casa, sin una mísera visita, a nuestros ancianos?

En serio, ¿en qué nos estamos convirtiendo?

2014

El vasco

nombres-vascosAntes de nada debo aclarar algo: no he visto la película «8 apellidos vascos».

Ayer, en el trabajo, recibí la llamada de alguien, no recuerdo si era de Bilbao. Sí recuerdo que se llamaba Igor y me llamaba en nombre de su madre, que estaba teniendo algunos problemas con su línea telefónica. Como es costumbre, le pregunté si estaba cerca de los aparatos y me dijo que no; que si yo quería, podía llamar a su madre por otra línea y hacer las pruebas que fueran los tres, como un «party line» improvisado. Accedí.

En la otra línea él hablaba con Carmen, su madre, y le preguntaba lo que yo le pedía que tratara de averiguar. En un momento dado me dijo: «espera, que creo que podemos hablar los tres a la vez». Al cabo de unos segundos, allí estaba yo, hablando con Carmen y con Igor al unísono.

Carmen, al parecer, era una mujer mayor, así que su hijo se empeñaba en explicarle lo que yo le decía para poder solucionar el problema. Con ella hablaba en vasco y conmigo en español, y le iba traduciendo a su madre.

En un momento dado me dijo: «No te estás enterando de nada, ¿verdad?», a lo que yo le respondí un «bueno, algo sí que pillo». Me pidió perdón por aquello y me explicó que toda la vida en su casa habían hablado en vasco, y que estaba acostumbrado a hablar en ese idioma con su madre. En ningún momento me sentí molesto. Es más, me gustaba la sonoridad dulce de aquel euskera del que yo no entendía salvo algunas palabras sueltas.

Cuando colgamos, después de dejarlo todo funcionando correctamente y tras oír los agradecimientos de Igor y Carmen, pensé que a veces nos cerramos demasiado en unas ideas que nos vienen impuestas desde fuera y que creemos sin corroborar por nosotros mismos. Hablo de esa idea del vasco rudo, mal sonante (me refiero al idioma)…

Lo digo totalmente en serio: el vasco que yo oí al otro lado del teléfono era suave, dulce, incluso melodioso. Podéis llamarme raro, pero noté cierta musicalidad en ese euskera que oía entre un hijo y su madre.

Tal vez, lo mismo, el secreto está en saber escuchar sin tapones en los oídos. Seríamos capaces de oír música donde algunos sólo pretenden que escuchemos golpes.

2013

Puto rumano

rumanos

«Vamos a engañar al puto rumano…»

Me lo ha dicho alguien esta mañana al otro lado del teléfono. Obviamente estaba enfadado, pero se me ha quedado grabada la frase en la cabeza durante todo el día.

Tenía que hacer esfuerzos para entenderle, pero se expresaba relativamente bien en español. Como a otros muchos, le habían vendido una cosa y luego le habían dado otra; pero esa forma de denominarse a sí mismo…

Y a lo mejor tenemos mucha parte de culpa. Tal vez estamos tan obcecados con nuestros propios problemas, con nuestra crisis, con nuestros enfados con los políticos, con nuestro odio a todo lo que huela a banquero, con nuestras peleas intestinas entre los que opinan lo contrario que nosotros…, que no nos damos cuenta de que muchos extranjeros que vienen aquí a ganarse la vida, también lo pasan igual de mal, o peor, que nosotros.

Y me acuerdo de todos esos chistes que hacemos sobre los rumanos, de todos esos prejuicios y acusaciones que somos capaces de emitir contra un pueblo entero porque algunos de ellos pueden ser delincuentes o mafiosos. Pero, ¿es que somos mejores nosotros, los españoles? Yo creo que no.

Y si un rumano que está trabajando honradamente en España para ganarse el pan se denomina a sí mismo «puto rumano» es que le hemos hecho ver tanto nuestro odio hacia lo que supone su país y su gente, que lo ha llegado a interiorizar. Y es bastante triste.

Con lo que siempre hemos odiado los prejuicios, con lo que nos molesta que a los andaluces nos digan vagos, a los madrileños chulos o a los catalanes rácanos…, resulta que nosotros, en un alarde extraordinario de estupidez, hemos sido capaces de prejuzgar a todo un pueblo por lo que hacen unos pocos; y, para más vergüenza propia, ellos lo captan y lo sienten hasta el punto de soltárnoslo como si lo viéramos así de forma generalizada: «puto rumano», así se definió.

Quizás deberíamos empezar a mirar a los demás como queremos que nos miren a nosotros. Tal vez tendríamos que fijarnos más en la persona de forma singular y no juzgar a un conjunto por los hechos de un individuo.

Toda la mañana he estado sintiendo la necesidad de pedirles perdón a todos los rumanos que hay ahora mismo en España, trabajando o buscando trabajo honradamente, porque a veces los españoles podemos ser muy idiotas. Tanto que somos capaces de despreciar a un pueblo entero por culpa de unos pocos de esos que nosotros también tenemos en casa.

2013

Vosotros no os oís

teleoperadorMucho se ha hablado de los teleoperadores. Mucho y muy mal casi siempre. Que si no tienen ni idea, que si son pesados, que si son maleducados, que si siempre están engañando a los clientes… Estoy seguro de que nunca os habéis planteado qué opinan los teleoperadores de vosotros. Cuando gritáis, cuando insultáis, cuando amenazáis, cuando exigís, cuando ordenáis…

Eso sí, reconozco que a veces podéis ser muy divertidos al otro lado del teléfono. Esta mañana alguien nos ha descubierto un nuevo navegador para internet: el Morcilla Filemón. Habrá que comprobar cómo funciona.