Por fin, después de siete días de crucero, he conseguido recuperar la verticalidad. Es agadable saber que las piernas aún me sostienen…, eso sí, sin separarme de esta barandilla, que ya casi considero una amiga.
Esta mañana he conseguido arrastrarme un par de metros más allá de donde he pasado los primeros cinco días, aunque, a decir verdad, ha sido más por obligación que por ganas: estaban limpiando la cubierta, y no me apetecía abrir la boca para decirle al marinero encargado de la limpieza que apenas podía mantenerme en pie. Además, aún me da miedo abrir la boca: a saber qué podría salir de ella y a qué distancia podría ser expulsado…
Creo que mañana llegamos a nuestra primera escala en el viaje. ¿Quién me mandaría reservar plazas para un crucero de 20 días por este maldito océano…?
Mañana, ¡¡por fin tierra firme!!