Las campanas anuncian cosas, de toda índole. A veces luctuosas, otras alegres, las más, simplemente dan las horas o anuncian las misas… Como esta página es mía, digo lo que quiero, y reconozco que siento cierta pena por esa gente a la que le molestan las campanas en los campanarios. Probablemente sean el mismo tipo de personas a las que les molestan los niños jugando o llorando en los restaurantes pero no los ladridos a altas horas de la madrugada de los perros en los balcones de los pisos de sus dueños. Sí, generalizo y ya sabemos que toda generalización, por lo general, es, generalmente, injusta. Pero esta es mi página…, ¿lo he dicho ya?

…y resulta que en 1996, el almirante Irve Le Moyne que, a la sazón, estaba siendo tratado de un tumor muy agresivo en su cabeza y su cuello en el MD Anderson Cancer Center, en Houston, tenemos un problema… (Lo siento, tenía que hacer la broma), decidió donar la campana de bronce de su barco una vez hubo terminado su tratamiento, y después de haberla hecho sonar en el hospital para anunciar la buena nueva. Allí quedó la campana para que, en adelante, todos los enfermos oncológicos que superasen la primera prueba de su tratamiento de quimioterapia, lo anunciasen a los demás enfermos de ese ala del hospital. Como una señal de que podía superarse esa maldita enfermedad o, al menos, continuar adelante con más esperanza.

Campanas que anuncian buenas nuevas. Y hoy, mi amiga Isa ha tocado la suya. Y reconozco haber llorado cuando me ha mandado el vídeo en el que lo registraba. Ahora le tocará seguir luchando, pero ya ha vencido la primera batalla.

Una lástima aquellos a los que no les gusta el tañir de las campanas.