DE LO QUE PRESUMIMOS… (O lo que cambian las cosas)

Sí, sí, sí. Todo cambia. Antes era el macho ibérico, luego los metrosexuales, los ubersexuales…

El macho ibérico habitaba las discotecas, los tugurios nocturnos y las oficinas, y para ligar presumían de heridas de guerra: escalaban montañas altísimas en condiciones extremas; jugaban al fútbol y soportaba patadas, lluvia, granizo, tobillos lastimados, balonazos…; se peleaban con todos los macarras del barrio o del instituto y no les importaba si ganaban o perdían con tal de que les dejasen alguna marca, cardenal o rasguño que poder enseñar por ahí…; fumaban como carreteros, bebían como Marías Jiménez, escupían en la calle lo más lejos posible… El macho ibérico…

De repente llegó la moda metrosexual y todos eran sensibles, no les importaba reconocer que habían llorado viendo «Los puentes de Madison», esculpían sus cuerpos como jóvenes estatuas griegas (en el sentido literal de la palabra: lisos, musculosos, amanerados…), salían a comprar sin agobiarse, todos cocinban, planchaban, cosían…, eran capaces de dar su opinión sobre peinados, maquillajes, perfumes…, iban a ver funciones de teatro transgresor, leían más que Sánchez Dragó y siempre las últimas novedades… Estos tipos desterraron al macho ibérico poco a poco, ocupando sus lugares. Ahora llega, lentamente, el ubersexual, del que aún no se sabe claramente de qué va, pero se sabrá.

La prueba definitiva de que los tíos somos cien por cien adaptables; somos capaces de ir a la par de los movimientos y tendencias del mundo. Sí, la prueba definitiva: somos idiotas… Y en realidad, al final, todo se reduce a lo mismo: los tíos presumimos para ligar. Macho ibérico, metro/uber-sexual, da igual. Lo que haga falta para atraer al sexo opuesto (y a veces incluso al mismo, pero en eso no nos vamos a meter).