La actuación de anoche en la sala Garufa me encantó. Yo me divertí, la gente también…, pero además me ayudó a entender más aún que el ponerse delante de un montón de personas para hacerlas reír es una responsabilidad y un trabajo. No puedes faltar al respeto al público, ni tomarlos por simples sombras que no entienden. Yo suelo quitarle importancia cuando alguien me dice que le parece complicadísimo subirse a un escenario, pero sólo es porque lo hago yo, y siempre me he sentido incómodo con los «piropos», aunque sean indirectos. A mí, ante todo, la gente que se sube a un escenario, me provoca respeto; respeto y admiración. Y ahora que voy conociendo este mundo del stand-up, no dejo de sorprenderme cada día. Si alguien me preguntase quiénes son mis «héroes» en esto de hacer monólogos, mi respuesta sería más bien desde el corazón, aparte de porque tampoco conozco a grandes monologuistas, que existen y que todo el mundo es capaz de nombrar, aunque sólo sea por culturilla general.
Si alguien me pidiese nombres, no tendría ningún reparo en dar una lista de bastantes: desde los «Paramountianos» Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Ricardo Castella, Dani Mateo, Agustín Jiménez, etc., hasta la gente que he tenido el gusto de conocer, como Don Mauro, un tipo genial que nos enseñó mucho a Ángel Macías y a mi en unas cuantas horas; David Navarro, un verdadero crack de Jaén y una persona fantástica; por supuesto, Pepe «el Capitán Vallecas» Macías, una continua tormenta de ideas, la mayoría fantásticas, y a quien he tenido el honor de ir conociendo poco a poco, e incluso participar mínimamente en alguno de sus proyectos (gracias Pepe por permitirme entrar en tu mundo y hacerme sentir cómodo en él)…
Y en cuanto a los más cercanos, todas y cada una de las personas que he conocido gracias a Paramount y a su programa Nuevos Cómicos; gente de aquí, de Sevilla, o de sus alrededores: María Iglesias, la coordinadora de todos estos locos que nos hemos metido en ésto y que nos sufre y soporta con una paciencia casi infinita; la cordobesa María Domínguez, que nos regaló unas cuantas actuaciones y su sonrisa cuando se dejaba caer por aquí hace un par de años (María, si lees esto, aún nos acordamos de ti y esperamos que vuelvas alguna vez a visitarnos con tu sonrisa y tu belleza andaluza); Paco Santiago, Bernabé, Javi Nemo, Julián «el largo» García, Ini, Fernando García, May, Chas (ese guiri que vino de vacaciones a Sevilla y se quedó tres años)…; los simpar Ángel Cordero y su partenaire Alicia Decibelios, dos de las personas más maravillosamente raras que he conocido jamás; Tappy, el primer cómico con el que tuve contacto y al que admiro sobremanera por su afán de protagonismo (son palabras suyas) y su capacidad de darle la vuelta a casi todo; un amigo que me ha bosquejado algunas de mis líneas de monólogo. Antonio Ocaña, marchenero de pro, músico, cantante, cocinero, cómico, pero por encima de todo, una grandísima persona a quien más que admirar, quiero, y con quien he pasado noches gloriosas encima y debajo del escenario (todavía recuerdo cuándo te presenté en sociedad y me pedías consejo para los nervios, Antoñín); y por último, por muchos motivos que no vienen al caso, Ángel Macías, que es quien me da collejas cuando lo hago mal y me abraza cuando lo hago mejor, quien me echa las broncas por no escribir más y quien me anima para que lo haga, quien está cerca para casi todo (Angelillo, hay cosas que nunca haremos los dos juntos, ¿verdad?) y el primero que me demuestra que quiere que todo me vaya bien… En fin, muchísimas personas que se me vienen a la cabeza, y muchísimas otras que se me olvidan (uno se va haciendo mayor).
Pero esto es así: el mundo del escenario, para muchos, es una contínua batalla donde hay que tratar de quedar por encima de mucha gente; para mí es, hasta ahora, una oportunidad perfecta de conocer a gente que me hace sentirme bien, a veces incluso importante. Tal vez cuando deje de ser esto, será hora de dejarlo. Por ahora, como decía la canción: Show must go on…