Mis límites

Esta vez quiero escribir sobre algo muy personal (siempre es muy personal lo que escribo aquí, pero hoy… también lo es): mis límites. Los límites que me autoimpongo a la hora de escribir un monólogo. ¿Por qué lo hago? Porque quiero.

Es verdad que soy de la opinión de que un humorista debe poder hablar de todo, pero hay unos límites a mi entender; en realidad, sólo hay uno: el respeto.

¿De qué no voy a hablar nunca en mis monólogos? Pues fundamentalmente de tres cosas: sexo, política y religión.

Sexo, porque es muy fácil hacer chistes de sexo. Todos los hacemos en nuestra vida diaria. El recurso al chiste sexual es algo que en España patrocinaron perfectamente Andrés Pajares y Fernando Esteso, por ejemplo, con esa obsesión enfermiza por las suecas y el sacar carne en las pantallas. Y lo hemos heredado. Todo va dirigido al sexo en esta sociedad. Una colonia no es buena si no está buena la actriz que hace el anuncio, o si el actor que encarna la fragancia no sale en bolas o mojado en una piscina. Y en el humor, igual. «Sexo, caca, culo, pedo, pis…» son palabras que tienen mucho éxito dichas sobre un escenario. Somos así de simples. Y no me refiero a «tolerancia 0» con el sexo. No es éso. Pero que sea la base de todo un monólogo…

De política no hablo porque, fundamentalmente deja de ser actual a los dos días. Pero también me niego a hablar de política porque últimamente parece que se usan los escenarios para lo mismo que se quieren usar las aulas: para adoctrinar a la sociedad. Me da repelús sólo de pensarlo. De hecho estamos asistiendo a la implantación de lo «políticamente correcto» (qué asco me da esta expresión) en el humor. Parece que hay algunas cosas de las que «está de moda» hacer chistes. ¿Qué es lo políticamente correcto en estos momentos en cuanto a política? Ridiculizar a los Estados Unidos. No es que yo sea un defensor de los norteamericanos, pero parece que todos los males del mundo son culpa de ellos. «Pero si es sólo humor»; sí, pero ¿y si yo ridiculizo contínuamente a la madre de alguien y me escudo en que «sólo es humor»? Y tampoco digo que no se puedan hacer bromas sobre Estados Unidos. Por supuesto que sí. Y yo he escuchado muchas muy buenas. Y si no, para muestra, ved el monólogo de David Navarro en donde habla del F.B.I. Es genial.

Y religión. ¿Porqué? Simplemente, y lo diré con palabras de Aretha Franklin, por R-E-S-P-E-T-O. Es fácil hacer chistes sobre las creencias de los demás cuando se es un descreído o se tiene un extraño odio hacia lo que los demás creen. Y cuando hablo de religión, hablo de todas: cristianismo, budismo, sintoísmo,… me da igual. Claro, se hacen chistes sobre el Islán, aparecen los extremistas amenazando con matanzas y venganzas múltiples, y se dejan de hacer chistes sobre Mahoma. Las demás religiones, como no hablan, pues son presa fácil. ¿No resulta un poquito hipócrita? Si usamos el humor como sólo humor, ¿porqué no vamos a hacer bromas sobre el Islán aunque nos amenacen de muerte? Pues no. Se aparta el Islán y se arremete contra las demás, y en España, está claro, contra el cristianismo. Otro de los temas «políticamente correctos» sobre el que HAY QUE HACER HUMOR. Da igual si se insultan o se ridiculizan descaradamente las sensibilidades y las creencias de millones de personas. Esto es humor. Y ya está. Y volvemos a lo de antes: me subo sobre un escenario, y pongo verde a vuestras madres o a la forma que tiene vuestro padre de vestir: esto es humor, debe permitírseme insultaros… Y yo empiezo mi monólogo hablando del Paraíso y de Dios, pero una cosa es éso, y otra muy distinta la ridiculización y el insulto gratuíto a formas, personas y modos de actuar.

Ya sé que la línea es fina, pero también sé que somos capaces de distinguirla perfectamente. Sólo hay que tener un poco de educación y bastante sensibilidad. El humor y el público se lo merecen.

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