Mi último día en la ciudad del Támesis fue un poco frenético..., aunque no quise que fuese así. Me levanté muy temprano y como ya tenía la maleta hecha de la noche anterior, sólo tuve que asegurarme de que no me dejaba nada en los cajones, el armario, el baño... y de mangarme los botecitos de champú, jabón y crema aparte de los sobrecitos de té y café que me había encontrado cuando llegué.

El avión salía a eso de las 17'40h., así que desde las 9'30 de la mañana hasta las 15'00 en que debía coger el tren que me acercaría al aeropuerto, quería que me diese tiempo a fotografiar lo que la cámara no me había permitido fotografiar el día antes, y a comprar algunos regalos. Y así abandoné el hotel, con la intención de andar hasta la estación para aprovechar el paseo.

Por el camino, de nuevo por Hyde Park, estuve haciendo fotos de cosas que me parecían interesantes aunque en realidad para mí casi todo lo era..., pero ya me entendéis. Y si no..., yo sí me entiendo.

Las tumbonas de Hyde Park, por ejemplo...

...allí puestas, para que quien quisiera pudiese sentarse... ¡Y todas estaban en perfectas condiciones! Vamos, que te podías sentar en ellas. Me pregunté cuánto durarían aquí, en el parque de María Luisa, por ejemplo... Vuestra respuesta es la misma que la mía, ¿verdad?

Aquí el Speaker's Corner, la esquina de los "habladores". Parece ser que algunos días hay gente que se pone por aquí a filosofar en voz alta..., y otros les oyen... Son raros estos ingleses, sí.

La frase publicitaria de este autobús me llamó la atención el primer día cuando la vi; por suerte, el último día pude recogerla en una foto.

No sé exactamente lo que significa, pero el tito Google la traduce de una forma... peculiar. A ver si lo averiguo.

Y seguí mi camino hacia el Big Ben y lo demás que tenía pendiente...

Después de Hyde Park, tenía que volver a atravesar las Memorial Gates, y aproveché para hacer algunas fotos que me apetecía hacer:

...y las Memorial Gates desembocan en...

Cuando llegué de nuevo al Palacio de Buckingham había muchísima gente allí; al final me di cuenta de que lo que esperaban era el famoso cambio de guardia... Por supuesto, yo no tenía tiempo de verlo, así que hice esta foto y seguí mi camino... Cosas de guiris.

Esta vez sí que entré en un parque al que no había entrado el día antes de camino a mis destinos. Me encontré a este pelícano sobre un banco, y un señor a su lado, sentado, ambos tan tranquilos...

A la salida del parque, la siguiente parada era The Mall, ese lugar que ya expliqué que era donde la corte jugaba a algo francés... No me preguntéis, que no lo recuerdo...

Justo enfrente teníamos un monumento de los que tanto gustan a los ingleses: commemorativos. Éste de oficiales de alguna guerra...

Y siguiendo el camino, lo próximo era el Arco de los Almirantes con su monumento al almirante James Cook, al que yo siempre he conocido como el pirata James Cook...

 

Estos arcos salen directamente al National Gallery, con este curioso monumento que me encantó: un barco en una botella. Claro que este barco seguramente fue más fácil de embotellar que los reales...

El día antes había estado aquí, pero no me di cuenta: ¡¡Trafalgar Square!!

Y desde aquí, unas fotos para la posteridad: el Big Ben (que sería mi siguiente destino) y la columna del almirante Nelson...

Me hacía gracia este dispositivo en todos los semáforos, así que decidí retratarlo..., y creo que fue lo que me llevó a la "perdición"...

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...¿y por qué digo ésto? Pues porque algo me "apartó" del camino preestablecido y comencé a andar por calles que no me sonaban del día anterior; empecé a entrar por calles transversales, paralelas, oblicuas (si es que se puede decir)... calles, calles y calles..., y no conseguía ver el Big Ben por ningún lado. Pensé que, tardeo temprano, acabaría apareciendo. Una torre no se esfuma así como así, y tampoco estaba en una zona distinta; simplemente en calles diferentes de esa misma zona. Así que decidí hacer fotos mientras encontraba mi torre perdida.

Por ejemplo, una cabina típica, pero verde:

...y alguna otras más.

Otra de las cosas que se me ocurrió hacer es fotografiar cosas que recordasen a Mark Knopfler, sobre todo a alguna canción suya..., y algo encontré. Por ejemplo este cartel...

... que me recordaba a una canción suya con los Dire Straits, del año 1978: Wild West End.

O esta otra, de una canción de su carrera en solitario, del año 2002: Fare Thee Well Northumberland.

Y sobre todo ésta, de su último disco, el culpable de que me enamorase de Londres. La canción, Border River, donde habla de una marca determinada de camiones, los Albion.

Pero seguía sin aparecer el Big Ben, y yo daba vueltas, y más vueltas, y descubría calles y más calles, hasta que llegué a no saber realmente si me alejaba peligrosamente de mi destino final o de si estaba volviendo sobre mis pasos, así que decidí encaminarme hacia el Támesis que, al fin y al cabo, era la guía que debía seguir para llegar a la estación de tren a la que iba..., más o menos.

Eso sí, como siempre que me pierdo en mis viajes (es algo que los que me conocen, saben: siempre me pierdo en las ciudades que visito por mis manías mezcladas de andar, no querer parecer un guiri y encontrar "atajos" que luego no son tales)..., siempre que me pierdo, decía, me encuentro con cosas curiosas. Ésta, por ejemplo:

...o ésta otra:

Sí, se puede decir que el dueño de este coche tenía enchufe.

También algún edificio interesante...

Y debido a la hora que era no tuve más remedio que despedirme de Londres sin haber abrazado el Big Ben ni Westminster, ni muchas otras cosas que me apunto para la próxima vez, por supuesto. Así que, después de gastarme una pasta gansa en regalos (y un par de púas de guitarra de los Beatles que perdí antes de subir al avión), me dirigí al Támesis y, sin dilación (porque, como suele ser habitual, iba ya con el tiempo muy justo) hacia la estación de tren. Eso sí, por el camino hice alguna fotillo más...

...a éso que vienen a llamar el skyline de Londres.

También le hice una foto al homenaje que los londineses, desde el río Támesis, en el día de mi partida, quisieron darle a mi madre:

Después de esta foto, todo fue correr con la maleta a rastras, porque se me iba el tren, llegaba tarde al aeropuerto y me quedaba en tierra.

Estuve un par de horas dando vueltas por el centro comercial y financiero de Londres, por supuesto sin hacer fotos, buscando mi estación. Por suerte, con el tiempo justito, llegué a mi tren, al aeropuerto y a mi avión, casi cinco minutos antes de que cerraran facturación... ¡¡Por los pelos!!

Eso sí, de camino a la estación quise hacer una foto:

¿Por qué esta foto? Muy sencillo: estos son mis pies, los que más sufren mis viajes por mi "manía" de andar, andar y andar, durante horas y días enteros. Estos zapatos son los que mejor se han portado de todos cuantos he llevado al extranjero: ni una cebadura, ni una ampolla, ni una rozadura... nada de nada. Es justo que tengan su minuto de gloria...

A la hora prevista cogí el avión de regreso:

...y a la hora prevista llegué de nuevo a Sevilla.

¿Mi conclusión de este viaje? Muchas.

Sobre todo he perdido la venda que tenía en los ojos con respecto a los ingleses (al menos los de Londres): gente amable, abierta, educada; una ciudad cosmopolita, muy cosmopolita. Y sobre todo una ciudad hermosa, con rincones para todos los gustos y todas las situaciones, una ciudad a la que volveré, seguro, más bien pronto que tarde...

¿Lo malo? Tengo que decirlo, porque ya se lo he dicho a una amiga: estoy enamorado de mi ciudad, pero Sevilla pierde muchos enteros si se la compara con Londres. Muchos, muchos... No sólo Sevilla, los sevillanos salimos muy mal parados en la comparación... Suelo decir ésto mucho a mis amigos: a veces le tengo que dar la razón a Don Manuel Machado cuando dice "Sevilla sin sevillanos"... En fin, pero son apreciaciones personales. No cambio Sevilla como ciudad para vivir por nada del mundo... ahora mismo, al menos.

Y ésto fue mi primer viaje a Londres. Prometo volver...