Imperdibles

¿Quién le puso el nombre? No, en serio. Adán no fue, porque en su época no se estilaba eso de tener que sujetarse cosas con alfileres, y no me imagino un elemento menos apropiado para agarrarse una hoja de parra, la verdad.

Imperdibles, ¿de verdad? Y no, no he buscado el origen de la palabra, ni la etimología porque no he querido hacerlo, pero debe ser curioso… Algo francés, probablemente…

– ¿Ya estás inventando cosas?
– Hola, Bug, ¿qué tal estás?
– No lo sé, dímelo tú.
– Espero que bien.
– Bueno, ¿y qué haces hablando de una cosa sobre la que no has pensado?
– No lo sé. Me pareció gracioso empezar jugando con el nombre…
– …y no sabes cómo seguir. ¿Qué pasó con los pestillos, esa entrada que ibas a escribir hace días?
– Pues que se me han cruzado los imperdibles. Tal vez porque este viernes corro la Carrera Nocturna del Guadalquivir y he andado buscando imperdibles para el dorsal.
– ¿Y ya los tienes?
– Sí, totalmente localizados.
– Mira, algo que tienes más o menos controlado en tu vida. Vas progresando.
– Vaya, gracias por la confianza.
– Nos vamos conociendo ya. Ahora a ver cómo acabas la entrada o qué eres capaz de aprender de esos malditos cacharros…
– Ya veo que tú también tienes problemas con ellos.
– Imagina mis manos tratando de cerrar uno de esos, y encima sujetando lo que tengan que sujetar. Siempre termino pinchándome en algún sitio…
– Eso es cierto; los más pequeñitos son complicados de manejar.
– Bueno, te dejo que termines…, a ver cómo lo haces.
– Qué malvado…

Está claro que son pequeñitos, se pierden casi siempre, pero… ¿de cuántos apuros nos han sacado más de una vez? Nunca nos acordamos de ellos hasta que nos hacen falta, y ahí están cuando los buscamos: para cerrarnos esa cremallera que se ha roto, enganchar la rosa en el ojal, sustituir botones que nos abandonan sin previo aviso, ayudarnos a sacar la cuerdecita del chándal cuando se pierde por la cintura, agarrarnos dorsales en las camisetas durante las carreras populares o sujetarnos adornos encima de la ropa… Ahí están los imperdibles, dispuestos a sacarnos de los problemas aunque no no acordemos de ellos generalmente.

Qué bonito sería si fuéramos un poco como ellos: estar siempre cuando nos necesiten, sin más, para un roto o un descosido, sin llamar la atención, sin ser protagonistas, dejando que luzca el adorno sin tener que mostrar que lo sujetamos… los imperdibles. Tal vez sea ese el matiz de su nombre: lo que no puede o debe perderse porque siempre está dispuesto a ayudarnos.

– Vale, no está mal del todo.
– ¿Ves? Siempre hay algo provechoso que se puede sacar de cualquier cosa.
– No has patinado mucho al final, aunque sí que parece estar un poco… cogido con alfileres.
– ¿Ahora quién eres, Matías Prats?
– Reconoce que lo has escrito imaginándotelo con su voz. Por eso los puntos suspensivos.
– Sí, lo reconozco. Me ha sonado su voz en la cabeza.
– Es que estás fatal de lo tuyo.
– ¿Qué le vamos a hacer? Bueno, deja de decir cosas ya, que luego se alargan las entradas y me dices que no es por tu culpa.
– Bueno, vale, ya te dejo. Nos mantenemos en contacto.
– Prometido.

Un comentario en “Imperdibles”

  1. Esti says:

    Me encanta!
    Tu amigo Billy habrá intuido a Matías Prats en tu discurso, pero yo sabría que lo habías escrito tú a la legua.
    Me ha picado la curiosidad y he buscado la etimología. Por privado te mando el enlace, para que te rías.

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