Vivimos en la era de las nuevas tecnologías, la globalización, los mass-media, internet… Todo es inmediato, directo, «democrático» dicen… Tenemos acceso a casi cualquier cosa que ocurra en casi cualquier rincón del mundo, casi en directo. Podemos hablar y conocer a gentes del otro lado del planeta y, si nos descuidamos, hasta de cualquier punto del universo… y sin embargo estamos cada vez más lejos unos de otros. Vas en metro y todo el mundo va con la cabeza baja, mirando su móvil. Miras los coches familiares y los hijos llevan sus cascos puestos mientras sus padres conducen. Entras en el ascensor y todos andan escribiendo tuits o mandando «guasaps»…
Llegará un momento en que no seamos capaces de mirarnos a los ojos si no hay una pantalla de por medio. Se nos hará hasta complicado mantener la mirada de otra persona sentada enfrente nuestra.
Tal vez no sea buena tanta tecnología.
Nos hemos pasado siglos luchando contra quienes nos hacían esclavos, contra quienes nos sometían, y resulta que inventamos cacharritos que nos tiranizan y nos encadenan, igual que hace siglos, obligándonos a mantener la cabeza agachada, sin permitirnos alzar los ojos.