Perdiendo la fe

Parece que, de unos años a esta parte, casi cada día, nos despertamos con nuevos y más enrevesados casos de políticos, legisladores y gente influyente aprovechando su posición social para enriquecerse a costa de todos nosotros y de nuestro dinero. De repente, en España, ya no hace tanta gracia eso que veníamos llamando «picaresca», porque la han convertido en algo que, más que gracioso, parece vomitivo.

Creo que tenemos lo que nos merecemos. Todos, en el pequeño mundo que nos rodea a cada uno, hemos aprovechado, de alguna forma, nuestra posición para favorecernos o engañar a nuestra conveniencia a alguien o algo.

Me viene, así, a bote pronto, por ejemplo, el grito en el cielo que se pone a cada nuevo gobierno cuando dice que recortará las becas para el estudio. Y todos sabemos que la gran parte del dinero de esas becas no nos lo gastamos, precisamente, en estudios. O cuando contratamos un seguro para el automóvil y mentimos diciendo que el coche no tendrá otro conductor o que quedará en un garaje privado. Y sí, las compañías de seguros cuentan con eso porque las compañías de seguros son conscientes de que mentimos, con lo cual ellas se sienten con el derecho a cobrarnos más de lo que sería justo. O sea, un círculo vicioso del que hay poca y muy dificultosa salida.

No quiero hablar de políticos porque parece que en los treinta y tantos años de democracia que llevamos en España, tengo la impresión de que simplemente se han dedicado a ir redactando las leyes para favorecerse a sí mismos. Vamos, que de democracia tiene España, al parecer, lo mismo que Cuba.

Y sin embargo yo, que soy, por naturaleza, una persona positiva, me niego a aceptar que esto no tenga arreglo. Me niego a pensar que el ser humano no es capaz de actos de bondad, de belleza, de magnanimidad, de justicia, de amor… ¿Y por qué titulo la entrada como la titulo? Porque nos están dando tantos palos por todos sitios, que ya hay mucha gente que en todo ve montajes, dobles intenciones, hipocresía, falta de limpieza, de rectitud… Cualquier cosa que parezca buena se pone en entredicho, se duda de ella. Y me niego a dejarme arrastrar por eso.

Porque hace algunos días vi este vídeo y me hizo sonreír, porque quise ver que el ser humano, de por sí, siempre es bueno; pero también había gente que hablaba de montajes, publicidad, simple márketing… Y por supuesto que es un anuncio de una conocida marca de refrescos. Por supuesto que es publicidad, pero ¿por qué no pueden ser reales las historias que ahí se cuentan? ¿De verdad hemos llegado a perder tanto la fe en nosotros mismos que no nos creemos capaces de un acto bondadoso y desinteresado? Lo siento, yo no quiero creerlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *