Tiempo al tiempo

…de repente, una mañana, en una postura nada decorosa, antes de ducharme…

…vamos, sentado en el trono, quieres decir…

… ¡¡Billy, por favor!! Que ya sabes que no me gusta poner cosas desagradables ni escabrosas aquí…

Ya, pero es que si no lo digo yo ibas a tirarte un montón de líneas para que se entendiera, y ya sabes que a veces eres tan críptico que cuesta descubrir de qué hablas por querer ser demasiado… pulcro.

Vale, ahí tienes razón. Pero ya sabes que no quiero que en las cosas que escribo haya ciertas expresiones, o escenas, o situaciones. Es una regla que me he propuesto y que no quiero romper.

Sí, pero esto tampoco es nada del otro mundo. Puede ser algo… escatológico pero, siendo sinceros, y eso lo sabes por experiencia, a la gente le gusta el «caca-culo-pedo-pis» de vez en cuando. El… relajo cómico, que le llaman los finolis…

No, si tienes razón.

Vale, como ya ha quedado clara la situación…, gracias Bug, sigo con lo que quería contar…

…pues en esa situación en la que aún no estás despierto del todo y te encuentras tratando de salir de los brazos de Morfeo pero, a la vez, frente a la ducha y siendo consciente de que lo siguiente es el afeitado, el lavado de dientes y el enjabonamiento bajo el agua templada…, no sé si me estás entendiendo… de repente, me dio por mirar hacia un lado y vi, boca arriba, a una pequeña cucaracha, luchando por volver a su posición natural.

No me preguntes por qué, mi cerebro a veces navega sin nadie en el timón y creo que no tengo una solución para eso, me descubrí a mí mismo filosofando sobre los movimientos de aquel pequeño insecto al que tanto asco le tengo, luchando por voltearse, pataleando, moviendo sus antenas para buscar un apoyo cercano… Al cabo de un par de minutos contemplando la escena, a la repulsión se le sobrepuso un atisbo de misericordia y pena por aquel bichejo pataleante… y, sin saber por qué, de repente, se me vino a la cabeza Marcel Proust y su libro «En busca del tiempo perdido», que traté de leer en el instituto sin éxito.

En ese momento se me ocurrió un relato corto y decidí que lo empezaría igual que empieza la novela de Proust; porque también he empezado algunos relatos imitando, por ejemplo, el comienzo de la voz en off de la película «El ocaso de los dioses» o las primeras palabras de «La metamorfosis» de Kafka. Por supuesto, lo siguiente era coger de mi librería la obra del francés y releer el principio…

¿Y qué ha pasado? Por un lado, que he comenzado a escribir el relato, que será corto y muy ligero, nada que ver con la obra del bueno de Marcel; por otro, que he empezado a leer «Por el camino de Swann» de nuevo y, ahora, por lo que sea, me ha enganchado.

Por eso el título de esta entrada: porque hay muchas obras que tienen su momento para nosotros y que, tal vez, cuando las cogimos la primera vez, nos superaban por lo que fuese. Luego, con el paso del tiempo, pueden llegar a engancharnos sin que lleguemos a entender totalmente por qué; simplemente, se da. ¿Será el momento de intentarlo de nuevo con los «Episodios Nacionales»? Nunca he podido con ellos; espero que don Benito me perdone.

Siempre he pensado que hay que dar segundas oportunidades; eso sí, nada de obligarnos a que nos guste un libro simplemente porque todo el mundo lo haya leído o porque los gafapastas digan que es «una obra imperdible, algo que hay que leer antes de morir, un clásico…» Hay demasiada buena literatura como para perder el tiempo leyendo algo que no nos llena. Algún día, lo mismo, escribo una entrada con los libros que tengo empezados (y sin terminar) en mi biblioteca…, «pero hoy no es ese día», que diría Aragorn.

Vale, vale, pero… ¿qué pasa con el relato ese del que hablas al principio?

Lo he empezado a escribir, pero irá… como van todas mis cosas, despacio. Ya me conoces.

Demasiado bien. En fin, espero que lo termines más pronto que tarde.

Y yo, Billy. Y yo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *