2015

Otro año más…

2016c…y van ya bastantes.

Sé que toca hacer balance del año que se consume lentamente como un trozo de mantequilla a fuego lento, pero hace años que mi memoria dejó de recordar demasiadas fechas o eventos de mi vida. No porque me falle, sino porque decidí dejar de ejercitarla. Tal vez sea un error que debería remediar…, o tal vez no. No lo sé. El caso es que estamos aquí, a las puertas de otro nuevo año, por fin par, que ha tardado justo 365 días en llegar. Si el tiempo ha sido largo o corto ya depende, como dice el aforismo, del lado de la puerta en el que estés del baño.

Si le pido a mi memoria que me recuerde lo más importante para mí en estos doce meses, lo que me ha dejado más huella, lo primero que me viene a la cabeza es la certeza de que tengo dos nuevas amigas en el Cielo. Y sí, he escrito la palabra «certeza«. Supongo que será difícil de entender, pero jamás he pretendido que nadie entienda mis sentimientos. Solo son míos, personales.

2016bLuego, por supuesto, hay muchas risas, muchos buenos momentos, gente nueva que se cruza en el camino y te regala un poquito de su luz, gente que aparece desde los camerinos del tiempo para actuar de nuevo contigo, gente que ya estaba y se mantiene ahí como un pequeño faro marcando los bordes del camino… Por supuesto hay, (los habrá habido, pero no los recuerdo), momentos malos, de desánimo, de desgana, de querer abandonar y tirar la toalla…, pero la vida es obstinada y sabes que siempre hay un nuevo sol al final de cada noche. Por eso necesitamos el dolor, la tristeza, la amargura, la oscuridad; para poder vislumbrar y distinguir mejor la alegría, la luz, la felicidad… La vida es un juego de contrastes, y somos tan imperfectos que necesitamos sentir la oscuridad para saber distinguir la luz. ¡¡Y qué hermosa es la luz cuando has estado a oscuras!!

Los propósitos, mis propósitos, me los guardo, como siempre, para mí. Pero los hay. Mis deseos de felicidad, de amor, de salud, de todo lo mejor están siempre presentes para la gente que me conoce y para los que conozco. Son deseos sencillos, así que, en las vísperas de este 2016, voy a deserle exactamente lo mismo a esa gente que pueda llegar a odiarme, a considerarme su enemigo, a quien me desee justo lo contrario, a cualquiera que pueda estar, o esté en un futuro, resentido conmigo… A vosotros, sinceramente, también os deseo todo lo mejor.

¿Volvemos a coger carrerilla? ¡¡Bienvenido, entonces…

2016

2015

¡¡FELIZ NAVIDAD!!

navidad2015

La Navidad, para quien cree en ella, tiene un significado más allá de las luces, los regalos y los buenos sentimientos; es la señal de que Alguien se preocupaba tanto de los que estábamos aquí abajo, que quiso indicarnos el camino haciéndolo Él mismo.

Para los que no creáis, felices fiestas. Que las paséis junto a los que os quieren y queréis, y que estos días de luz os dejen, sobre todo, mucha felicidad.

Para los que sí creéis, que todas esas esperanzas que pongáis a los pies del Niño Jesús en el pesebre se cumplan.

Para todos: ¡¡FELIZ NAVIDAD!!

2015

Contar hasta diez…

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«Calla siempre cuando sientas dentro de ti el bullir de la indignación. Y ésto, aunque estés justísimamente airado.
Porque, a pesar de tu discreción, en esos instantes siempre dices más de lo que quisieras.»

Lo decía un gran santo del siglo XX; uno que sabía de lo que hablaba. Y a mí se me olvida muchas veces.

Estos días, después de los execrables hechos de París, he estado leyendo demasiado. Demasiadas opiniones, demasiados comentarios, demasiados sapos y culebras lanzados a diestro y siniestro por odiadores profesionales, demagogos de taberna, gente simplemente cabreada, o asustada, o todo a la vez…

Uno ya tiene una edad (gracias a Dios, porque si tuviera dos me preocuparía bastante) y, a pesar de cada vez ser más tolerante con casi todo y casi todos, también me encuentro con que soy más irritable, más iracundo, más vehemente cuando defiendo mis opiniones…

…y a veces meto la pata o digo «más de lo que quisiera», o de peor forma de lo que debería.

Se me ha pasado por la cabeza, bastantes veces, dejar de opinar; guardarme mis consideraciones para mí solo. Otras veces, en esos estados de vehemencia que me poseen de vez en cuando, he pensado exactamente lo contrario: contestar a todas y cada una de las cosas que me molestan o me resultan insultantes para con mis ideas, mis principios o mis creencias. Supongo que, como dice el aforismo, «in medio virtus», en el centro está la virtud,  así que trataré de seguir esa máxima. Antes de escribir algo estando enfadado o molesto, trataré de hacer lo que dice el título de esta entrada: contar hasta diez.

Para acabar, qué mejor que otra frase del mismo santo con que abro la entrada:

«Hacer crítica, destruir, no es difícil: el último peón de albañilería sabe hincar su herramienta en la piedra noble y bella de una catedral.
Contruír: ésta es la labor que requiere maestros».

2015

Conversaciones de «runner»

angelodemonioHace algunos meses que salgo a correr de vez en cuando (los modernos ahora le llaman running, como si así fuese algo más espectacular. Aunque sigan sudando, lesionándose, o perdiendo peso de la misma forma que antes; pero hacer running es más guay que salir a correr un rato), y hay algunas conversaciones interesantes al cruzarte con según qué otra persona que también esté corriendo:

Si es un cachas con camiseta de tirantas, enseñando músculo:

– Fíjate en ése. Ya sabemos que estás fuerte. ¿Tienes que ir enseñando «musculito»? (dicho en tono bastante peyorativo).

– Si el chaval tiene músculos, ¿qué quieres que haga?

– Pues que se ponga una camiseta normal, como todo el mundo.

– Recuerda que tú, a principios de verano, estuviste mirando camisetas de tirantas para salir a correr.

– Ya. Pero no es lo mismo…

– ¿Por qué no es lo mismo?

– (…)

Si es una gordita o un gordito que, más que correr, va andando:

corredorgordito– Pues sí que está haciendo ejercicio éste (o ésta, dependiendo del sexo de la persona a machacar).

– Está andando. Es un buen ejercicio.

– Ya, pero así no va a perder ni suelas de los botines.

– ¿Y sabes cuánto tiempo lleva haciendo éso? Lo mismo lleva aquí más tiempo que tú.

– Pues no se le nota nada.

– A lo mejor dentro de unos meses aguanta más que tú corriendo que, dicho sea de paso, tampoco es que vayas muy rápido.

– Pero dentro de un tiempo iré progresando, aguantando más y yendo más rápido, seguro.

– Pues eso.

Si es una pareja que va andando a paso rápido:

corredorpareja– Vienen a hacer deporte. Ya.

– ¿Tú empiezas corriendo directamente?

– No. Yo empiezo andando, pero voy solo, no hablando con nadie.

– ¿Eso es envidia o qué?

– No. A mí me gusta correr solo.

– Ellos prefieren correr acompañados… o andar rápido mientras hablan y se acompañan. ¿Qué más da?

– No, si pueden hacer lo que quieran.

– Eso es lo que hacen.

Si es alguien que va corriendo mucho más lento y es adelantado:

– Anda que vaya ritmo que lleva.

– Exactamente el mismo que llevabas tú cuando empezaste. Incluso puede que un poco más.

corredorcaracol

…y así mil conversaciones que suelo escuchar las mañanas en las que salgo a correr… ¡¡¡en mi cabeza!!!

Sí. El que critica y el que defiende soy yo mismo, y prometo que esas conversaciones que mantengo son absolutamente reales.

Por un lado me ayudan a olvidarme un poco de mi cansancio, pero, por otro, me recuerdan que tengo una parte envidiosa, malévola, irrespetuosa y que piensa que soy mejor que alguien a quien en absoluto conozco. Y es así como somos en realidad. ¿Y qué podemos sacar de esto? Pues es fácil: que si tratáramos de ponernos en el pellejo del otro, probablemente nos dolería cuando lo despellejásemos; que cada cual tiene sus circunstancias y sus motivos, y que «como juzguéis, seréis juzgados«.

Quizás seríamos mejores personas si fuésemos capaces de ver en los otros más la parte positiva que lo que no nos gusta de ellos; si en vez de criticar sin conocer, al menos, buscáramos antes los motivos de cada uno…

Y esto lo he aprendido haciendo deporte. ¿Qué otra cosa he aprendido haciendo deporte? Que estoy totalmente oxidado y hecho polvo, pero eso es otra historia totalmente distinta a la que espero irle poniendo remedio poco a poco.

2015

Sintra. Mis tres días lejos de la realidad.

Día 4. De vuelta

Para mi día de vuelta a la realidad dejé la Quinta da Regaleira, la casa de un acaudalado mercante portugués llena de rincones fantásticos, grutas laberínticas (es recomendable llevarse una linterna para no quedarse totalmente a oscuras en mitad de algún agujero cavado en el suelo), construcciones, lagos, caminos, estatuas… Un lugar en el que dejar pasar el tiempo, porque pasa sin que te des cuenta. Por si sirve de guía, en mi caso, entré a las 12’30 de la mañana y salí de allí a las 17´45 de la tarde. También es verdad que, como ya he dicho en alguna otra ocasión, yo soy de los que , en estos sitios, se deja perder e inundar por las sensaciones del lugar. Y es algo que recomiendo en la Quinta da Regaleira.

Las fotos que hay aquí debajo son solo una pequeñísima muestra de lo que se puede ver allí, porque hay mucho que ver. Muchísimo.

…y después de salir de aquel sitio en el que no existe el tiempo, de vuelta a casa. Tres días cortos, muy cortos, donde he podido desconectar, disfrutar, andar mucho, trasladarme a tiempos pasados, visitar sitios de ensueño… Sintra tiene mucho que ver. Necesitaré volver de nuevo para ir a los sitios que se me quedaron pendientes esta vez, y son unos cuantos, pero los tengo anotados, así que, como dijo Ángela Chaning: «volveré«.

2015

Sintra. Mis tres días lejos de la realidad.

Día 3

El tercero fue el día del Castelo Dos Mouros, otra de mis obsesiones desde que era pequeñito: los castillos. Da igual si están en ruínas, si en perfecto estado de conservación, si solo quedan unos pocos muros… Y la muralla del de Sintra está bastante bien conservada.

Parece que el rey Fernando II se hizo con él durante el siglo XIX y consiguió detener su avanzado estado de degradación, llevando a cabo algunas obras de reconstrucción. Cuentan que el mismo rey se hizo construír un mirador desde el que se podía ver el Palacio da Pena, para poder plasmarlo en sus pinturas. Y esa es una de las vistas que también pude contemplar.

El camino, por supuesto, fue subir, y subir, y subir…

…y una vez dentro, de nuevo, se para el tiempo; te trasladas a épocas de reyes, soldados y vasallos. Esa época de cuentos de hadas y dragones; de princesas y héroes… (Lo sé, la época real, la histórica, no era tan bucólica. Pero en mi cabeza, los castillos me evocan más eso que no guerras sangrientas por poder, tesoros y tierras. Yo soy así).

Por cierto, el día se había levantado con bastante aire, y andar por las murallas, sin apenas protección y allá en altura, te daban siempre la sensación de poder salir volando en un golpe repentino del dios Eólo. Si he de ser sincero, hubo momentos en los que daba miedo asomarse o acercarse al borde de las almenas.

Y, por supuesto, de vuelta, tuve que hacerle otra foto a mi casa comodín de este viaje.

Para el día siguiente, el de vuelta, había dejado la Quinta da Regaleira: una casa que el acaudalado mercante Antonio Carvalho, conocido como el de los millones  debido a la gran fortuna que había hecho en Brasil gracias a sus negocios de café y de vino, compró a su dueño a finales del siglo XIX y que encargó diseñar al arquitecto, pintor y escenógrafo italiano Luigi Manini, al que conoció en una visita que este hizo a Lisboa para una representación de una ópera. El resultado son cuatro hectáreas de terreno con un palacio, jardines, lagos, grutas y edificios enigmáticos, dentro de una amplia variedad de árboles y plantas, muchos de ellos traídos de Brasil, y que crean un  lugar relacionado con la alquimia, la masonería, los templarios y la rosacruz, mezclando diversos estilos arquitectónicos como el románico, el gótico, el renacentista y el manuelino imperante portugués… pero como diría Michael Ende «esa es otra historia que será contada en otro momento» (quizás mañana).

2015

Sintra. Mis tres días lejos de la realidad.

Día 2

Sintra es un sitio para perderse, desconectar de todo, sumergirse en leyendas, historias, paisajes, rincones ocultos…

Palacio da PenaEl segundo día me decidí, erróneamente, a seguir aquella guía sobre la que escribí ayer: «Sintra en 24 horas». No conté con mi facilidad para perderme en sitios desconocidos (vale, en los conocidos también), dar vueltas infinitas con el coche buscando aparcamiento en algún lugar donde no hubiese «zona azul» y que quedase relativamente cerca de los lugares que pretendía visitar, mi afán por ir a los sitios sin mapas, simplemente guiándome por los carteles indicadores de la ciudad… El caso es que lo que empezó relativamente temprano por la mañana, acabó convirtiéndose en un paseo muy largo por zonas que no conducían a donde quería llegar… Y, por supuesto, de subir y subir y subir cuestas y escaleras. Por suerte, mi primer destino estaba en alto, así que el ir subiendo acabó llevándome al primer lugar en cuestión: el Palacio da Pena.

Por el camino me fui encontrando algunas de esas cosas que me encantan: parques con muchos árboles, paisajes y casas abandonadas… También algunos rincones con historia, como la casa que ocupó Hans Christian Andersen en su viaje a Portugal en 1866.

 Pero mi camino hacia el Palacio da Pena fue muy largo. Caminando por calles empinadas, justo a la derecha de la casa de Hans Christian Andersen, una calle de adoquines casi vertical, mostraba un cartel que indicaba el camino a seguir. El resumen: hacia arriba, siempre hacia arriba. Por suerte era un camino que seguía la antigua muralla de la ciudad, con lo cual, mientras mi cuerpo sudaba a mares a pesar de que el día era bastante frío y nublado, mis ojos no hacían más que perderse en los mil y un rincones que llamaban la atención a mi cerebro para que los fotografiase. ¿He hablado de mi obsesión por los castillos, por muy en ruínas que estén? Pues eso.

Y después de mucho subir y subir (es increíble la de escalones de piedra y rampas que el ser humano es capaz de poner juntos. Que siempre me he preguntado: ¿qué trabajo les costaba poner todos los escalones del mismo tamaño? Pues no: unos te llegan por el tobillo y otros por la rodilla. Por suerte uno no está en forma, pero algo de su antigua resistencia juvenil sí que conserva…), y después de mucho subir y subir, decía, conseguí llegar a mi destino: el Palacio da Pena, una construcción cuya arquitectura, mezcla de estilos y corrientes estéticas, resulta única en el mundo (lo he copiado de una web, por supuesto. De esta: Guía Nómada de Lisboa)

Al entrar, otro jardín, con árboles de muchas partes del mundo traídos expresamente para el palacio. Por supuesto, hay que atravesarlo para llegar a él. Y desde ahí, a lo lejos, también podía ver mi segundo destino: el Castelo dos Mouros.

Y tras andar no recuerdo cuántas horas, perderme tampoco recuerdo cuántas veces, subir escalones, cuestas, torcerme el tobillo, ser atacado a traición por una oruga (la de la foto), sudar como si no lo hubiese hecho nunca… llegué a mi primer destino: el Palacio da Pena. Una construcción de ensueño, multicolor (sí, como el país de la abeja Maya), construído como regalo de un rey enamorado, Fernando II, para su esposa, María II de Portugal. Sinceramente, para mí, la historia pasa a un segundo plano en cuanto entras al palacio. La sensación de estar en un sitio fuera de la realidad te rodea por todos lados. Hay millones de matices, de detalles… Imposible poder descubrirlos todos en una sola visita. Y menos si, según la guía a la que tanto me he referido, nos dice que toda esa fantasía se ve en una hora. En mi caso perdí la noción del tiempo. Solo recuerdo que salí cuando estaba cerca la hora del cierre, sobre las 19’00 horas, creo. Y puedo asegurar que unas pocas fotos no hacen, en absoluto, justicia a esta maravilla.

Por supuesto, el palacio también se podía visitar por dentro, donde se conservan aposentos, habitaciones y utensilios de la época, tanto de uso personal como mobiliario. Claro que para cuando me dispuse a ver el interior, la batería de la cámara ya había muerto, con lo que las fotos las hice con el móvil, que también dijo en un momento dado que no podía más y se apagó. Es que a veces puedo ser muy pesao…

Y estas son algunas de las fotos de mi primer día en uno de los monumentos de Sintra. Por supuesto me olvidé por completo de la web de las 24 horas. En mi caso estaba claro que iba a ir a monumento por día, con lo que me dejaría algunos en el tintero. Eso sí, aparte de reafirmarme en que tengo que volver, también tenía claro qué otras dos visitas quería hacer. Pero, por el momento, lo dejaré para mañana.