Hace algunos meses que salgo a correr de vez en cuando (los modernos ahora le llaman running, como si así fuese algo más espectacular. Aunque sigan sudando, lesionándose, o perdiendo peso de la misma forma que antes; pero hacer running es más guay que salir a correr un rato), y hay algunas conversaciones interesantes al cruzarte con según qué otra persona que también esté corriendo:
Si es un cachas con camiseta de tirantas, enseñando músculo:
– Fíjate en ése. Ya sabemos que estás fuerte. ¿Tienes que ir enseñando «musculito»? (dicho en tono bastante peyorativo).
– Si el chaval tiene músculos, ¿qué quieres que haga?
– Pues que se ponga una camiseta normal, como todo el mundo.
– Recuerda que tú, a principios de verano, estuviste mirando camisetas de tirantas para salir a correr.
– Ya. Pero no es lo mismo…
– ¿Por qué no es lo mismo?
– (…)
Si es una gordita o un gordito que, más que correr, va andando:
– Pues sí que está haciendo ejercicio éste (o ésta, dependiendo del sexo de la persona a machacar).
– Está andando. Es un buen ejercicio.
– Ya, pero así no va a perder ni suelas de los botines.
– ¿Y sabes cuánto tiempo lleva haciendo éso? Lo mismo lleva aquí más tiempo que tú.
– Pues no se le nota nada.
– A lo mejor dentro de unos meses aguanta más que tú corriendo que, dicho sea de paso, tampoco es que vayas muy rápido.
– Pero dentro de un tiempo iré progresando, aguantando más y yendo más rápido, seguro.
– Pues eso.
Si es una pareja que va andando a paso rápido:
– Vienen a hacer deporte. Ya.
– ¿Tú empiezas corriendo directamente?
– No. Yo empiezo andando, pero voy solo, no hablando con nadie.
– ¿Eso es envidia o qué?
– No. A mí me gusta correr solo.
– Ellos prefieren correr acompañados… o andar rápido mientras hablan y se acompañan. ¿Qué más da?
– No, si pueden hacer lo que quieran.
– Eso es lo que hacen.
Si es alguien que va corriendo mucho más lento y es adelantado:
– Anda que vaya ritmo que lleva.
– Exactamente el mismo que llevabas tú cuando empezaste. Incluso puede que un poco más.
…y así mil conversaciones que suelo escuchar las mañanas en las que salgo a correr… ¡¡¡en mi cabeza!!!
Sí. El que critica y el que defiende soy yo mismo, y prometo que esas conversaciones que mantengo son absolutamente reales.
Por un lado me ayudan a olvidarme un poco de mi cansancio, pero, por otro, me recuerdan que tengo una parte envidiosa, malévola, irrespetuosa y que piensa que soy mejor que alguien a quien en absoluto conozco. Y es así como somos en realidad. ¿Y qué podemos sacar de esto? Pues es fácil: que si tratáramos de ponernos en el pellejo del otro, probablemente nos dolería cuando lo despellejásemos; que cada cual tiene sus circunstancias y sus motivos, y que «como juzguéis, seréis juzgados«.
Quizás seríamos mejores personas si fuésemos capaces de ver en los otros más la parte positiva que lo que no nos gusta de ellos; si en vez de criticar sin conocer, al menos, buscáramos antes los motivos de cada uno…
Y esto lo he aprendido haciendo deporte. ¿Qué otra cosa he aprendido haciendo deporte? Que estoy totalmente oxidado y hecho polvo, pero eso es otra historia totalmente distinta a la que espero irle poniendo remedio poco a poco.