2018

Tibidabo 10, de Jesús Beades

Tibidabo 10A Jesús Beades lo conozco desde que ambos éramos (más) jóvenes. La primera imagen que recuerdo de él es la de ambos, sentados en el bordillo de los aparcamientos del colegio Altair, con dos guitarras, aporreando las cuerdas al ritmo de Eric Clapton y su Layla, versión Unplugged. Luego, un concepto: «pipas, guitarras y folios», porque a los dos nos gustaba lo distinguido de la pipa, la libertad de la guitarra y el vértigo de los folios en blanco. Con el tiempo Jesús se ha hecho un profesional de las tres cosas y yo, la vida misma, sigo siendo un mero aprendiz que mira, de lejos, tratando de volar tan alto, tan alto, que le dé, alguna vez, a la caza, alcance. Y en eso estamos.

De repente, Jesús, vuelve a esto de la poesía con un nuevo libro (sí, tiene unos cuantos ya): este «Tibidabo 10».

No voy a hacer una crítica del libro, no soy crítico ni lo pretendo; ni voy a explicar qué es lo que le ha dictado a Jesús estos poemas, porque para eso hay que leerlos; pero reconozco que a mí, personalmente, conociéndole, el primer sentimiento que me inspira cada uno de los versos es de tristeza. Una tristeza honda, individual, muy íntima y, a la vez, muy universal. Pero también hay un halo de esperanza, lejana, casi desapercibida, pero presente. Como un rayo de luz que se escapa entre las nubes de una tarde lluviosa.

Hay poemas que fluyen en muchos espacios. En la playa, en los bares, en un barrio, en una habitación, en los trenes…, pero todos desembocan en un mismo sitio, en una misma persona. Y por eso también hay música, mucha música. Y por eso hay, también, alegría, paz, confianza…

Siempre hay dos voces en los poemas: la del poeta, apesadumbrado, melancólico…; y la del protagonista del libro, que siempre impele al autor a la vida:

«No seas gilipollas.
¿No ves que el sol está brillando afuera,

y los bares abiertos?»

Pululan, además, como no podría ser de otra manera, grandes músicos por los versos, como si nada, como pasando por ahí, como viviendo en ellos con toda la naturalidad del mundo:

Jesús Beades

 Eric Clapton, Pink Floyd, Iron Maiden, Joaquín Sabina…

Y amor. Hay mucho amor en estos 29 poemas.

«No ha de callar tu voz aunque la noche
se cierna sobre ti.
El que cantó una vez sigue cantando,
y tus manos se mueven
todavía en mis manos cuando toco.»

En fin, Tibidabo 10, con el juego de palabras que a mí personalmente me evoca el título, (el tibi dabo –te daré– del pasaje bíblico), es un poemario que hay que masticar, digerir, degustar lentamente. Un poemario que te susurra y te grita a partes iguales. Que te invita al silencio, a la meditación, al examen y, a la vez, a la música, al bullicio, a los bares… al fin y al cabo, a la vida.

Come on you raver, you seer of visions,
come on you painter, you piper, you prisoner, and shine!

 

2017

Nostalgias

Hace un par de sábados mi amiga Marta G. Navarro me invitó a su programa de radio «El desguace», en Neo FM, porque tenemos un amigo común, David J. Calzado, poeta, que presentaba su nuevo poemario, «Malas artes».

Definición visual de nostalgia

Como hacía tiempo que no veía a David, le pregunté a Marta si podía auto invitarme a escuchar el programa en directo, a lo que ella me contestó con un «vente y hablamos de la época del instituto», que fue donde los tres coincidimos. Y allí que me fui, con algunos recuerdos y los nervios de quien respeta mucho a la gente que hace radio.

…y allí surgió el concepto de nostalgia. Y acordamos que la nostalgia era como ese mueble con muchos cajones del que, de vez en cuando, sacamos cosas de nuestro pasado. Cajones con papeles, muñecos, fotos, escritos, carpetas… Cajones que a veces nos sorprenden a nosotros mismos, y nos transportan a otros momentos de nuestras vidas, a otras circunstancias, a otros lugares.

También convenimos que, conforme cumplimos años, aprendemos  a diferenciar qué cajones preferimos o no abrir, y a seleccionar los momentos que nos apetece o no sacar de ellos. Esos momentos en los que los recuerdos son suaves, agradables, sencillos, divertidos…, o simplemente nos recuerdan que en algún instante fuimos otros, de camino a lo que somos hoy. En palabras de David: «cuando fuimos orilla».

Tal vez sea eso la nostalgia: la orilla del mar de cada uno, donde las olas van depositando los restos de los distintos naufragios de nuestra vida. Los restos de naufragios incruentos.

…por tanta poesía destilada
2014

Cuando todo era…

De repente, esta mañana, me encuentro revisando las viejas carpetas que guardo en el armario con antiguos, muy antiguos, escritos propios. Poemas, relatos, artículos, cartas no enviadas nunca, algún boceto de guión de cine…

Incluso he leído cosas que puedo decir que son mías porque reconozco mi letra, pero de las que no recuerdo nada en absoluto, y en las que ni siquiera identifico mi forma de escribir ni de expresarme. Es una sensación extraña.

He recuperado este poema que me gustaba cuando lo escribí y que, aún ahora, me sigue gustando al releerlo, cosa poco habitual, por cierto.

antiguosescritos

RUTINA

Buscar tus ojos
entre mil ojos diferentes
que no son los tuyos.

Gastar la vida
por vidas ajenas
que no son la mía.

Saborear mieles
que se vuelven agrias
en mis propios labios.

Vivir ajeno a mi vida
esperando la tuya,
que se me escapa.

2013

…y todo comienza así

comienzoNo me preguntéis dónde lo he leído, pero fue leerlo hace un par de días y pensar: «¡qué buen comienzo!»

Así que desde hace eso, un par de días, le doy vueltas en la cabeza a cosas que podrían comenzar así. ¿Un relato, una novela, un poema…? Quién sabe.

Hace cuatro días fue mi cumpleaños, de nuevo. Sí, tengo la manía de cumplir años cada 365 días aproximadamente (supongo que como todos), y volví a percatarme de la cantidad de gente que me tiene en su lista a pesar de, a veces, no merecérmelo. Y no lo digo como una frase hecha de esas que se dicen por cumplir; lo digo totalmente en serio.

Me parece increíble tener a tanta gente que me quiere, que me tiene afecto o, simplemente, que me ha dejado entrar en sus vidas aunque sea de forma temporal y en un rinconcito. Es algo que siempre agradeceré: esa gente que me rodea, y de la que me rodeo, en cada momento, en cada etapa. Y soy consciente de no tener el tiempo necesario para agradecerlo convenientemente, ni aún viviendo tres vidas seguidas (Dios no lo quiera).

…y de repente se me aparece esa frase, como saliendo de debajo de algún sitio y alzándose dentro de mi cabeza, gritándome, obligándome a continuarla.

…y todo comienza así.

2012

Roberto Terán

Conozco a Roberto desde hace muchos años. Teníamos, por aquella época, los dos, pelo incluso. Si intento recordar cómo fue mi primera impresión o el primer momento en que le presté atención me es imposible, pero tengo imágenes, flashes, sensaciones de muchos momentos vividos con él.

Recuerdo esos recitales, de nuestros propios poemas, en el instituto, en bares, en el Casino de la Exposición…; recuerdo esas largas charlas poéticas, por las tardes, cuando me decía que yo era un «poeta rosa» y yo le respondía que él lo era «gris oscuro«; recuerdo ese sentarnos en el bar del instituto, antiguos alumnos ya, pidiendo «limosna» a los profesores para poder tomar cervezas que luego ellos compartían con nosotros (sí, cuando los alumnos y los profesores podíamos ser amigos, compañeros, colegas… sin faltar ninguno al respeto del otro); recuerdo esos versos compartidos, esos textos que pretendíamos que fuesen poéticos, ese querer ser poeta por encima de todas las cosas…

Roberto y yo somos lo más antagónico del mundo en cuanto a ideas, formas de ver el mundo, los problemas, la vida en sí misma…, pero siempre, quiero pensar que es recíproco, he sentido por él un gran respeto, un gran cariño, una gran admiración… y no tiene por qué ser en ese orden.

Desde la lejanía siempre he tratado de seguir, a veces sin mucho éxito, todos sus pasos. Y si no eran sus pasos, buscaba sus pistas, su rastro… Podemos llevarnos años sin vernos, sin hablar, pero la sensación cuando nos encontramos es de que seguimos como en el instituto, con algunos años más en los ojos y muchos recuerdos más en las espaldas, pero con las mismas inquietudes, aunque puedan estar algo difuminadas por la vida misma.

…y de repente tengo en mis manos su primer libro de poemas. Y me siento feliz cuando veo su foto en la contraportada, cuando huelo el libro al abrirlo la primera vez, cuando leo los versos que hay pintados en él…, porque reconozco a Roberto ahí, en sus letras porque, como él mismo dice «Estos que acaban de leer soy yo y mis antecedentes«. Y sé que he formado parte, aunque sea mínima, en esos antecedentes.

2012

Saudade

Saudade. Me gusta la palabra. Es, creo, portuguesa, y sería algo así como añoranza, melancolía, o la gallega, que también me encanta, morriña.

Esta mañana, revisando, borrando y ordenando archivos en mi ordenador, mientras andaba escuchando de fondo a mi amigo Paco Cifuentes, de repente, me ha entrado eso: morriña.

Me ha dado por recordar mis tardes de hace años, cuando solía escribir poemas malos pero sinceros que compartía con algunos amigos que me entendían y me disculpaban por mi poca pericia en esto del quehacer poético.

Por eso le tengo tanto respeto a la poesía. Por eso, a veces, escribo entradas como la que antecede a esta. Por eso y por otras muchas cosas…

Y sí, echo de menos cuando me sentaba delante de un papel en blanco y trataba de plasmar mi alma con palabras torpes sobre él. El tiempo es caprichoso, y a menudo juguetea con tus recuerdos, y los aplasta, y los estira, y te los muestra con su brillo de antaño. Y te das cuenta de que ese brillo se ha desvanecido porque has dejado que el polvo del tiempo se acumule sobre él.

Sí. De repente me ha entrado saudade. Tal vez algo dentro de mí me está pidiendo que vuelva a la poesía, como escribí hace años, a perderme «entre los restos del naufragio incruento de tus manos».

2012

Sobre poesía, ortografía y esas cosas (tan raras)

Cuando estás sin inspiración es difícil sentarse delante de la pantalla, o delante de una hoja en blanco, a escribir algo. No hay ganas, no hay fuerzas, cualquier cosa te parece tonta, y dejas pasar el tiempo esperando que a las musas les de por volver de las vacaciones de una vez por todas. Pero no vuelven cuando tú quieres. Las musas son caprichosas…

Así llevo bastantes semanas: queriendo actualizar la página sin saber cómo hacerlo.

Es verdad que parte de la culpa la tiene Twitter; es más fácil escribir de vez en cuando una frase corta con alguna tontería, un pensamiento o una ocurrencia que un par de párrafos con algún sentido.

Estos últimos días, en Twitter, he criticado cosas (soy muy criticón, pero la mayoría de las veces me muerdo la lengua, por eso no se nota mucho) que algunos amigos han interpretado como dirigidas a ellos; supongo que lo dejé aclarado, pero a veces hay cosas que no puedo callarme. Y cuando no puedo callarme es porque antes he aguantado mucho tiempo en silencio.

Es verdad que he escrito esto:

Lo siento, pero no entiendo cómo alguien que escribe con faltas de ortografía se atreve a decir que escribe poemas. ¿Y si lees un poquito?

…y sigo pensándolo. Yo, que soy un poeta frustrado, igual que otras muchas cosas frustradas que sigo siendo y seré en el fututo, quiero pensar que alguien que escribe poesía es alguien que ama el idioma y, sobre todo, las palabras. Y me niego rotundamente a pensar que alguien así pueda maltratar tantísimo el lenguaje como para escribir cosas como esta, por ejemplo:  «Un mundo donde las palabras liVertad y amor han perdido todo su valor (…) ahora A llegado la hora de luchar»

Y alguien me ha dicho que la poesía nace, no se hace; sale, no se aprende… Y estoy de acuerdo si eso no encerrara una trampa. Porque yo, de niño, puedo jugar muy bien al fútbol en el patio del colegio, porque tengo el don de descubrir el pase perfecto, la jugada adecuada en cada momento, el movimiento exacto que facilite a otro la maniobra correcta para llegar a la portería…, pero si no aprendo a jugar al fútbol de forma ordenada, táctica y conociendo sus reglas en la adolescencia o siendo adulto, jamás me podré dedicar a ello de forma seria; porque siempre habrá gente mejor preparada física y tácticamente que yo. Y yo puedo llevar el fútbol dentro, pero si me presento en un terreno de juego con los botines, unas espinilleras hechas de cartón y una camiseta de las carreras populares, los demás que se lo toman en serio se reirán de mí y me dirán que me vaya a casa. A eso me refiero. Y sí, soy muy cerrado en este tema.

Me gusta mi idioma. Lo llamo español, no castellano (otra de mis manías), y me gusta cuando se usa bien, porque yo no sé y me dan envidia los que sí que saben. Por eso a veces me exalto cuando leo ciertas cosas. Y voy a dar un aviso para navegantes: seguiré siendo así.