Espíritu

Estar orgulloso de los amigos es más un acto de justicia que de soberbia. Porque uno los elige, pero ellos tienen la generosidad, sin que nada les obligue, de quedarse a tu lado. Así que sí, podemos presumir de amigos sin que nos tachen de arrogantes.

¿A qué viene todo esto? Pues a que aquí, hoy, vengo a presumir de ser amigo de Santi Rodríguez. Por cosas que sólo él y yo sabemos y que se quedarán ahí, en nuestros corazones. Porque sí, porque Santi es eso que se ve en todas partes, pero multiplicado por muchísimo en las distancias cortas. Y porque ayer, de nuevo, fui a ver su último espectáculo: «Espíritu».

Hace algunos años alguien me dijo que jamás sería objetivo ni con Sandra Bullock ni con Mark Knopfler, y tenía razón. Con mis amigos tampoco puedo serlo, pido disculpas. Por eso no voy a hacer una crítica de «Espíritu», aparte de que no soy crítico de teatro ni nada que remotamente se le parezca. Sólo voy a recomendarte que vayas a verla. Porque te aseguro las risas desde el principio hasta (casi) el final.

Te vas a encontrar con alguien que no sabe que está muerto, como Bruce Willis, pero con bigote; la voz de un funcionario del Cielo que es extrañamente semejante a la de un Comandante calvo que va por ahí, contando chistes; una Niña de la Curva con el camisón sin planchar y que está harta de su trabajo; una vecina cotilla que echa de menos a su Paco… o no tanto… Pero, sobre todo, te vas a encontrar en el salón de la casa de Santi Rodríguez, que está en plena mudanza, hablándote cara a cara, contándote cosas del Cielo; esas cosas que siempre nos hemos preguntado: si hará frío, si habrá que pagar las bebidas (el gran Chiquito ya decía que en el Cielo, seguro, seguro, seguro, habría Fanta y Cocacola), si te seguirán molestando la siesta los de las compañías de móviles…

…y sé que te has quedado pensando en ese «casi» de dos párrafos más arriba… (y ahora has tenido que volver a leer porque ni lo recordabas, ¿no? ¡¡Cómo estamos de la memoria!!). Digo «casi» porque también hay unos instantes para lo serio. Porque morirse es muy serio, pero vivir lo es más, sobre todo porque viene antes. Y confieso que las dos veces que he ido a ver la función he terminado llorando porque, esto no me lo ha dicho Santi, creo que todo este espectáculo no es más que su excusa para hacerle un precioso homenaje a las personas que tiene en el Cielo y que, de seguro, se ríen con él cada vez que se sube al escenario. Y también a todos nos toca de cerca por un motivo o por otro.

¿Qué más necesitas para convencerte? Sólo ve a verla. Si he de ser sincero, no sé cuánto dura la función; tal vez una hora o un poco más, pero te aseguro que si durase un día entero no te enterarías. No, yo no soy objetivo, ya te lo he dicho al principio, pero eso tiene fácil solución: ve y juzga por ti mismo. Si no te ríes, eso sí puedo decírtelo, pide cita con un buen psicólogo, porque tienes un problema…, o lo mismo estás muerto, y entonces necesitas seguir los consejos de Santi. De una manera o de otra vas a tener que ir al teatro. Te prometo que no vas a perder el tiempo.

Tibidabo 10, de Jesús Beades

Tibidabo 10A Jesús Beades lo conozco desde que ambos éramos (más) jóvenes. La primera imagen que recuerdo de él es la de ambos, sentados en el bordillo de los aparcamientos del colegio Altair, con dos guitarras, aporreando las cuerdas al ritmo de Eric Clapton y su Layla, versión Unplugged. Luego, un concepto: «pipas, guitarras y folios», porque a los dos nos gustaba lo distinguido de la pipa, la libertad de la guitarra y el vértigo de los folios en blanco. Con el tiempo Jesús se ha hecho un profesional de las tres cosas y yo, la vida misma, sigo siendo un mero aprendiz que mira, de lejos, tratando de volar tan alto, tan alto, que le dé, alguna vez, a la caza, alcance. Y en eso estamos.

De repente, Jesús, vuelve a esto de la poesía con un nuevo libro (sí, tiene unos cuantos ya): este «Tibidabo 10».

No voy a hacer una crítica del libro, no soy crítico ni lo pretendo; ni voy a explicar qué es lo que le ha dictado a Jesús estos poemas, porque para eso hay que leerlos; pero reconozco que a mí, personalmente, conociéndole, el primer sentimiento que me inspira cada uno de los versos es de tristeza. Una tristeza honda, individual, muy íntima y, a la vez, muy universal. Pero también hay un halo de esperanza, lejana, casi desapercibida, pero presente. Como un rayo de luz que se escapa entre las nubes de una tarde lluviosa.

Hay poemas que fluyen en muchos espacios. En la playa, en los bares, en un barrio, en una habitación, en los trenes…, pero todos desembocan en un mismo sitio, en una misma persona. Y por eso también hay música, mucha música. Y por eso hay, también, alegría, paz, confianza…

Siempre hay dos voces en los poemas: la del poeta, apesadumbrado, melancólico…; y la del protagonista del libro, que siempre impele al autor a la vida:

«No seas gilipollas.
¿No ves que el sol está brillando afuera,

y los bares abiertos?»

Pululan, además, como no podría ser de otra manera, grandes músicos por los versos, como si nada, como pasando por ahí, como viviendo en ellos con toda la naturalidad del mundo:

Jesús Beades

 Eric Clapton, Pink Floyd, Iron Maiden, Joaquín Sabina…

Y amor. Hay mucho amor en estos 29 poemas.

«No ha de callar tu voz aunque la noche
se cierna sobre ti.
El que cantó una vez sigue cantando,
y tus manos se mueven
todavía en mis manos cuando toco.»

En fin, Tibidabo 10, con el juego de palabras que a mí personalmente me evoca el título, (el tibi dabo –te daré– del pasaje bíblico), es un poemario que hay que masticar, digerir, degustar lentamente. Un poemario que te susurra y te grita a partes iguales. Que te invita al silencio, a la meditación, al examen y, a la vez, a la música, al bullicio, a los bares… al fin y al cabo, a la vida.

Come on you raver, you seer of visions,
come on you painter, you piper, you prisoner, and shine!

 

Nostalgias

Hace un par de sábados mi amiga Marta G. Navarro me invitó a su programa de radio «El desguace», en Neo FM, porque tenemos un amigo común, David J. Calzado, poeta, que presentaba su nuevo poemario, «Malas artes».

Definición visual de nostalgia

Como hacía tiempo que no veía a David, le pregunté a Marta si podía auto invitarme a escuchar el programa en directo, a lo que ella me contestó con un «vente y hablamos de la época del instituto», que fue donde los tres coincidimos. Y allí que me fui, con algunos recuerdos y los nervios de quien respeta mucho a la gente que hace radio.

…y allí surgió el concepto de nostalgia. Y acordamos que la nostalgia era como ese mueble con muchos cajones del que, de vez en cuando, sacamos cosas de nuestro pasado. Cajones con papeles, muñecos, fotos, escritos, carpetas… Cajones que a veces nos sorprenden a nosotros mismos, y nos transportan a otros momentos de nuestras vidas, a otras circunstancias, a otros lugares.

También convenimos que, conforme cumplimos años, aprendemos  a diferenciar qué cajones preferimos o no abrir, y a seleccionar los momentos que nos apetece o no sacar de ellos. Esos momentos en los que los recuerdos son suaves, agradables, sencillos, divertidos…, o simplemente nos recuerdan que en algún instante fuimos otros, de camino a lo que somos hoy. En palabras de David: «cuando fuimos orilla».

Tal vez sea eso la nostalgia: la orilla del mar de cada uno, donde las olas van depositando los restos de los distintos naufragios de nuestra vida. Los restos de naufragios incruentos.

…por tanta poesía destilada

Orgullo y prejuicio

Después de mucho tiempo pensándolo, hoy, por fin, me he decidido a hacer una lista con todos (o casi) los libros que tengo. Como me encanta ir a las librerías a mirar (igual que la gente va a El Corte Inglés a pasear y ver ropa o perfumes y colonias), y a veces algunas ediciones me llaman la atención, resulta que tengo algunos títulos repetidos. Pero no era eso el motivo de esta entrada.

orgulloyprejuicioEl motivo real es que, de repente, me he dado cuenta de que en esas estanterías donde conviven obras de Shakespeare, Cervantes, Cernuda, Gil de Biedma, Stephen King, Agatha Christie, Ana María Matute, Sempé y Gosciny, Juan Rulfo, Borges, García Márquez…, en medio de esas estanterías, también tengo libros de amigos. Gente con la que he convivivdo muchos años, y con la que aún mantengo contacto: Jesús Beades, María Iglesias, Paco Cifuentes, Roberto Terán, Lara Moreno, Abel Feu, Pablo Moreno … ahora, en la parte cómica, se ha unido Tappy

Y me ha dado por pensar que he formado, que formo, parte de una generación bastante creativa. De ahí el «orgullo» del título.

¿Y el «prejuicio»? Pues también he pensado en la generación actual. Esa generación de gente que se dice poeta y escribe con faltas de ortografía. La de la inmediatez, la de las redes sociales y la vista pegada al móvil. La generación de los Gemeliers, los Justin Bieber y las Miley «Hannah Montana» Cyrus. La generación que ha perdido el respeto por los mayores, por los maestros, por la autoridad. La generación que ha crecido entre los algodones de todos los derechos y a los que les han esquilmado las espinas de las obligaciones… Por todo esto, y más, la palabra «prejuicio».

Pero un prejuicio generalizador suele ser, también, algo injusto, lo reconozco. Y, si lo pensamos, a la generación desnortada que tenemos ahora, la ha educado gente de mi generación; de esa generación creativa de la que me siento orgulloso. ¿Qué nos ha pasado en el camino? ¿Qué ha pasado en ese cambio generacional? ¿Qué se nos ha olvidado de lo que aprendimos? ¿Por qué no hemos sido capaces de transmitir lo que éramos a los que ahora son? Tal vez la grandeza de una generación es herencia de la anterior, al igual que el descalabro de otra pueda deberse al fracaso de la precedente. Es para pensarlo, ¿no?

Aún así, me siento orgulloso del tiempo al que pertenezco y de los momentos a los que he pertenecido.

Mel Ortiz

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Esta noche Mel ha querido probar su nuevo espectáculo en Garufa, delante de mucha gente. Ha sido un buen espectáculo, como siempre que él está por medio. No es nada extraño en ese sentido. ¿Por qué, entonces, me ha dado por escribir esto? Os lo explico:

El espectáculo de Mel se llama «Comedy is Life & Life is Musiq». Sí, así escrito. ¿Qué quiere decir esto? Pues es muy sencillo: hay stand-up y música.

Como le gusta decir a Tappy: «Mel es un negro en el cuerpo de un tío blanco de barrio», o sea, que es capaz de cantar soul, blues, jazz, rock… como le dé la gana. Los que han ido a verle alguna vez saben de lo que hablo, y si no, podéis entrar en su web (pulsando aquí) para ver ejemplos claros. Y encima es capaz de hacer monólogos con textos frescos, divertidos y muy pensados.

Puedes estar o no de acuerdo con algunas de sus líneas de texto (a mí me pasa, por ejemplo), pero no puedes negar, cuando le ves, que es un gran cómico.

Sé que le estoy dando muchas vueltas al verdadero sentido por el que he escrito esto, pero yo soy así: me cuesta resumir.

Vale, voy al grano: un espectáculo que se llama como se llama, en el que el protagonista, aparte de hacer stand-up, imitaciones, juegos con el público, etc., lleva música, requiere muchas horas de ensayos con la guitarra o el piano, pero además, una buena voz.MEL2

Pues bien, aquí viene el meollo de la cuestión: esta noche Mel ha sido capaz de levantar su espectáculo a pesar de su resfriado y sus problemas de garganta. Los que no le han oído cantar tal vez no se hayan dado cuenta de nada, pero los que sí sabemos del potencial de sus cuerdas vocales, esta noche hemos sufrido con él.  Esta noche Mel ha tenido que dejar de lado sus maravillosos falsetes para cantar de una forma más… digamos terrenal, aunque fantástica, como siempre. Puede ser que yo no sea del todo objetivo en estas apreciaciones, pero es mi opinión, tan válida como cualquier otra. Y reconozco que admiro a Mel.

Hay que tenerle mucho respeto, y amor, a la Comedia para hacer reír a tanta gente estando enfermo; y mucho más para cantar cuando sabes que la voz puede dejarte tirado en cualquier nota. Mel ha salido airoso de todo esto. Es más, ha salido triunfante. Vuelvo a repetirlo: puedo no estar de acuerdo con algunas líneas de sus textos, pero jamás me oiréis decir nada en contra de la profesionalidad, el buen hacer y el trabajo del gran Mel Ortiz.

No deberíais dejar de verlo alguna vez.