LA HIPOCONDRIA

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Etiqueta: amigos

Tibidabo 10, de Jesús Beades

Tibidabo 10A Jesús Beades lo conozco desde que ambos éramos (más) jóvenes. La primera imagen que recuerdo de él es la de ambos, sentados en el bordillo de los aparcamientos del colegio Altair, con dos guitarras, aporreando las cuerdas al ritmo de Eric Clapton y su Layla, versión Unplugged. Luego, un concepto: «pipas, guitarras y folios», porque a los dos nos gustaba lo distinguido de la pipa, la libertad de la guitarra y el vértigo de los folios en blanco. Con el tiempo Jesús se ha hecho un profesional de las tres cosas y yo, la vida misma, sigo siendo un mero aprendiz que mira, de lejos, tratando de volar tan alto, tan alto, que le dé, alguna vez, a la caza, alcance. Y en eso estamos.

De repente, Jesús, vuelve a esto de la poesía con un nuevo libro (sí, tiene unos cuantos ya): este «Tibidabo 10».

No voy a hacer una crítica del libro, no soy crítico ni lo pretendo; ni voy a explicar qué es lo que le ha dictado a Jesús estos poemas, porque para eso hay que leerlos; pero reconozco que a mí, personalmente, conociéndole, el primer sentimiento que me inspira cada uno de los versos es de tristeza. Una tristeza honda, individual, muy íntima y, a la vez, muy universal. Pero también hay un halo de esperanza, lejana, casi desapercibida, pero presente. Como un rayo de luz que se escapa entre las nubes de una tarde lluviosa.

Hay poemas que fluyen en muchos espacios. En la playa, en los bares, en un barrio, en una habitación, en los trenes…, pero todos desembocan en un mismo sitio, en una misma persona. Y por eso también hay música, mucha música. Y por eso hay, también, alegría, paz, confianza…

Siempre hay dos voces en los poemas: la del poeta, apesadumbrado, melancólico…; y la del protagonista del libro, que siempre impele al autor a la vida:

«No seas gilipollas.
¿No ves que el sol está brillando afuera,

y los bares abiertos?»

Pululan, además, como no podría ser de otra manera, grandes músicos por los versos, como si nada, como pasando por ahí, como viviendo en ellos con toda la naturalidad del mundo:

Jesús Beades

 Eric Clapton, Pink Floyd, Iron Maiden, Joaquín Sabina…

Y amor. Hay mucho amor en estos 29 poemas.

«No ha de callar tu voz aunque la noche
se cierna sobre ti.
El que cantó una vez sigue cantando,
y tus manos se mueven
todavía en mis manos cuando toco.»

En fin, Tibidabo 10, con el juego de palabras que a mí personalmente me evoca el título, (el tibi dabo –te daré– del pasaje bíblico), es un poemario que hay que masticar, digerir, degustar lentamente. Un poemario que te susurra y te grita a partes iguales. Que te invita al silencio, a la meditación, al examen y, a la vez, a la música, al bullicio, a los bares… al fin y al cabo, a la vida.

Come on you raver, you seer of visions,
come on you painter, you piper, you prisoner, and shine!

 

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Nostalgias

Hace un par de sábados mi amiga Marta G. Navarro me invitó a su programa de radio «El desguace», en Neo FM, porque tenemos un amigo común, David J. Calzado, poeta, que presentaba su nuevo poemario, «Malas artes».

Definición visual de nostalgia

Como hacía tiempo que no veía a David, le pregunté a Marta si podía auto invitarme a escuchar el programa en directo, a lo que ella me contestó con un «vente y hablamos de la época del instituto», que fue donde los tres coincidimos. Y allí que me fui, con algunos recuerdos y los nervios de quien respeta mucho a la gente que hace radio.

…y allí surgió el concepto de nostalgia. Y acordamos que la nostalgia era como ese mueble con muchos cajones del que, de vez en cuando, sacamos cosas de nuestro pasado. Cajones con papeles, muñecos, fotos, escritos, carpetas… Cajones que a veces nos sorprenden a nosotros mismos, y nos transportan a otros momentos de nuestras vidas, a otras circunstancias, a otros lugares.

También convenimos que, conforme cumplimos años, aprendemos  a diferenciar qué cajones preferimos o no abrir, y a seleccionar los momentos que nos apetece o no sacar de ellos. Esos momentos en los que los recuerdos son suaves, agradables, sencillos, divertidos…, o simplemente nos recuerdan que en algún instante fuimos otros, de camino a lo que somos hoy. En palabras de David: «cuando fuimos orilla».

Tal vez sea eso la nostalgia: la orilla del mar de cada uno, donde las olas van depositando los restos de los distintos naufragios de nuestra vida. Los restos de naufragios incruentos.

…por tanta poesía destilada

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Orgullo y prejuicio

Después de mucho tiempo pensándolo, hoy, por fin, me he decidido a hacer una lista con todos (o casi) los libros que tengo. Como me encanta ir a las librerías a mirar (igual que la gente va a El Corte Inglés a pasear y ver ropa o perfumes y colonias), y a veces algunas ediciones me llaman la atención, resulta que tengo algunos títulos repetidos. Pero no era eso el motivo de esta entrada.

orgulloyprejuicioEl motivo real es que, de repente, me he dado cuenta de que en esas estanterías donde conviven obras de Shakespeare, Cervantes, Cernuda, Gil de Biedma, Stephen King, Agatha Christie, Ana María Matute, Sempé y Gosciny, Juan Rulfo, Borges, García Márquez…, en medio de esas estanterías, también tengo libros de amigos. Gente con la que he convivivdo muchos años, y con la que aún mantengo contacto: Jesús Beades, María Iglesias, Paco Cifuentes, Roberto Terán, Lara Moreno, Abel Feu, Pablo Moreno … ahora, en la parte cómica, se ha unido Tappy

Y me ha dado por pensar que he formado, que formo, parte de una generación bastante creativa. De ahí el «orgullo» del título.

¿Y el «prejuicio»? Pues también he pensado en la generación actual. Esa generación de gente que se dice poeta y escribe con faltas de ortografía. La de la inmediatez, la de las redes sociales y la vista pegada al móvil. La generación de los Gemeliers, los Justin Bieber y las Miley «Hannah Montana» Cyrus. La generación que ha perdido el respeto por los mayores, por los maestros, por la autoridad. La generación que ha crecido entre los algodones de todos los derechos y a los que les han esquilmado las espinas de las obligaciones… Por todo esto, y más, la palabra «prejuicio».

Pero un prejuicio generalizador suele ser, también, algo injusto, lo reconozco. Y, si lo pensamos, a la generación desnortada que tenemos ahora, la ha educado gente de mi generación; de esa generación creativa de la que me siento orgulloso. ¿Qué nos ha pasado en el camino? ¿Qué ha pasado en ese cambio generacional? ¿Qué se nos ha olvidado de lo que aprendimos? ¿Por qué no hemos sido capaces de transmitir lo que éramos a los que ahora son? Tal vez la grandeza de una generación es herencia de la anterior, al igual que el descalabro de otra pueda deberse al fracaso de la precedente. Es para pensarlo, ¿no?

Aún así, me siento orgulloso del tiempo al que pertenezco y de los momentos a los que he pertenecido.

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Mel Ortiz

MEL1

Esta noche Mel ha querido probar su nuevo espectáculo en Garufa, delante de mucha gente. Ha sido un buen espectáculo, como siempre que él está por medio. No es nada extraño en ese sentido. ¿Por qué, entonces, me ha dado por escribir esto? Os lo explico:

El espectáculo de Mel se llama «Comedy is Life & Life is Musiq». Sí, así escrito. ¿Qué quiere decir esto? Pues es muy sencillo: hay stand-up y música.

Como le gusta decir a Tappy: «Mel es un negro en el cuerpo de un tío blanco de barrio», o sea, que es capaz de cantar soul, blues, jazz, rock… como le dé la gana. Los que han ido a verle alguna vez saben de lo que hablo, y si no, podéis entrar en su web (pulsando aquí) para ver ejemplos claros. Y encima es capaz de hacer monólogos con textos frescos, divertidos y muy pensados.

Puedes estar o no de acuerdo con algunas de sus líneas de texto (a mí me pasa, por ejemplo), pero no puedes negar, cuando le ves, que es un gran cómico.

Sé que le estoy dando muchas vueltas al verdadero sentido por el que he escrito esto, pero yo soy así: me cuesta resumir.

Vale, voy al grano: un espectáculo que se llama como se llama, en el que el protagonista, aparte de hacer stand-up, imitaciones, juegos con el público, etc., lleva música, requiere muchas horas de ensayos con la guitarra o el piano, pero además, una buena voz.MEL2

Pues bien, aquí viene el meollo de la cuestión: esta noche Mel ha sido capaz de levantar su espectáculo a pesar de su resfriado y sus problemas de garganta. Los que no le han oído cantar tal vez no se hayan dado cuenta de nada, pero los que sí sabemos del potencial de sus cuerdas vocales, esta noche hemos sufrido con él.  Esta noche Mel ha tenido que dejar de lado sus maravillosos falsetes para cantar de una forma más… digamos terrenal, aunque fantástica, como siempre. Puede ser que yo no sea del todo objetivo en estas apreciaciones, pero es mi opinión, tan válida como cualquier otra. Y reconozco que admiro a Mel.

Hay que tenerle mucho respeto, y amor, a la Comedia para hacer reír a tanta gente estando enfermo; y mucho más para cantar cuando sabes que la voz puede dejarte tirado en cualquier nota. Mel ha salido airoso de todo esto. Es más, ha salido triunfante. Vuelvo a repetirlo: puedo no estar de acuerdo con algunas líneas de sus textos, pero jamás me oiréis decir nada en contra de la profesionalidad, el buen hacer y el trabajo del gran Mel Ortiz.

No deberíais dejar de verlo alguna vez.

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En este punto

cruce_de_caminosDe nuevo doce de diciembre.

De nuevo un alto para seguir avanzando.

Creo que estoy ahora mismo en ese punto en el que he dejado de ser joven pero sigo sin considerarme mayor del todo.

Ese punto en el que voy haciendo desaparecer de mi vida las cosas que creo prescindibles, y las imprescindibles van reduciéndose hasta ser un número bastante asequible.

Ese punto en el que cada vez me da más igual lo que la gente opina de mí.

Ese punto en el que, lo reconozco, gruño más de lo que solía hacerlo cuando algo me «toca la fibra».

Ese punto en el que ya sé que las cosas en las que creo las creo por mí mismo, no porque me educasen de una forma determinada.

Ese punto en el que he decidio tener fe por encima de lo que dicten las modas, la sociedad o el mundo, en lugar de tratar de suplantarla con cosas caducas o materiales que terminan marchitándose con el tiempo. reloj

Ese punto en el que me importa más la poesía de la vida que la prosa del momento.

Ese punto en el que lloro cada vez más a menudo con escenas humanas, con canciones, con instantes fugaces y profundos…

Ese punto en el que sigo sin entender porqué hay tanta gente que me quiere a pesar de mí mismo.

Ese punto en el que el pasado, que a veces vuelve obstinado para hacer daño, ha empezado a ser solo eso: un instante convertido en polvo sobre el calendario.

Ese punto en el que el futuro no me importa más allá de lo que voy a hacer un instante después del momento en el que esté.

Ese punto en el que me parece estar perdiendo el tiempo, ¡la vida!, si me quedo cinco minutos más en la cama.

Ese punto en el que algo en mi interior me recuerda constantemente la de cosas que tengo a medias en mi vida, como un juez implacable que me condena por desidia.

Ese punto en el que la gente de mi edad tiene hijos y esposa; y una historia larga que contar sin que yo aparezca siquiera como extra.

Ese punto en el que ya he perdido a tanta gente por el camino que he aprendido que tengo un cuaderno en blanco para escribir una historia, mi historia. El número de líneas está marcado; lo que diga en ellas es cosa mía…

Ese punto es muchos puntos. Muchos más de los que soy capaz de enumerar.

Ese punto es este punto. Y será otro distinto a cada instante, pero yo ya he ido poniendo palos rojos a los lados del camino para no perderlo cuando la nieve lo cubra.

…y en ese punto estáis todos: los que sois, los que fuisteis, los que seréis…, aunque a veces pueda parecer que no os observo. Aunque a veces pueda estar como ausente.

Hoy es, de nuevo, doce de diciembre.

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Llamadas

robertoRecuerdo que hace algunos años escribí una entrada en la que contaba que, a pesar del poco caso que le hago a mí móvil, (cosa que algunos de mis amigos sufren con resignación), a veces es capaz de sorprenderme. Esta tarde ha sido una de ellas.

De repente lo oigo sonar, veo un número de móvil, sin identificar, y lo cojo.

Al otro lado una voz profunda me dice un «hola» potente y suave a la vez; como una roca de cantos redondeados. «¿Quién eres?» le contesto. Al otro lado una risa y un «soy yo»… Por supuesto, Roberto Terán. Y luego unos minutos de conversación; nada extraordinario.

Y sin embargo alguna vez he hablado también de trozos de cielo, de mis trozos de cielo; de esos trozos de cielo que se nos conceden como reflejo de otro horizonte más amplio y luminoso que el que tenemos aquí. Y esta llamada ha sido eso: otro de mis trozos de cielo. Porque a Roberto lo conozco desde hace mucho. Porque hemos compartido muchos momentos que para mí han sido luminosos, frescos, divertidos y, sobre todo, vitales por encima de cualquier otra cosa. Porque Roberto, a pesar de que podamos llevarnos años sin vernos ni hablar, es una de esas personas que siempre tengo presente. Porque somos antagónicos en muchas cosas y muy parecidos en otras. Porque, por encima de todo, existe ese cariño de años, regado por goteo, que no deja que la flor se seque.

Y sí, me ha alegrado la tarde, que era lo que yo quería decir.

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Roberto Terán

Conozco a Roberto desde hace muchos años. Teníamos, por aquella época, los dos, pelo incluso. Si intento recordar cómo fue mi primera impresión o el primer momento en que le presté atención me es imposible, pero tengo imágenes, flashes, sensaciones de muchos momentos vividos con él.

Recuerdo esos recitales, de nuestros propios poemas, en el instituto, en bares, en el Casino de la Exposición…; recuerdo esas largas charlas poéticas, por las tardes, cuando me decía que yo era un «poeta rosa» y yo le respondía que él lo era «gris oscuro«; recuerdo ese sentarnos en el bar del instituto, antiguos alumnos ya, pidiendo «limosna» a los profesores para poder tomar cervezas que luego ellos compartían con nosotros (sí, cuando los alumnos y los profesores podíamos ser amigos, compañeros, colegas… sin faltar ninguno al respeto del otro); recuerdo esos versos compartidos, esos textos que pretendíamos que fuesen poéticos, ese querer ser poeta por encima de todas las cosas…

Roberto y yo somos lo más antagónico del mundo en cuanto a ideas, formas de ver el mundo, los problemas, la vida en sí misma…, pero siempre, quiero pensar que es recíproco, he sentido por él un gran respeto, un gran cariño, una gran admiración… y no tiene por qué ser en ese orden.

Desde la lejanía siempre he tratado de seguir, a veces sin mucho éxito, todos sus pasos. Y si no eran sus pasos, buscaba sus pistas, su rastro… Podemos llevarnos años sin vernos, sin hablar, pero la sensación cuando nos encontramos es de que seguimos como en el instituto, con algunos años más en los ojos y muchos recuerdos más en las espaldas, pero con las mismas inquietudes, aunque puedan estar algo difuminadas por la vida misma.

…y de repente tengo en mis manos su primer libro de poemas. Y me siento feliz cuando veo su foto en la contraportada, cuando huelo el libro al abrirlo la primera vez, cuando leo los versos que hay pintados en él…, porque reconozco a Roberto ahí, en sus letras porque, como él mismo dice «Estos que acaban de leer soy yo y mis antecedentes«. Y sé que he formado parte, aunque sea mínima, en esos antecedentes.

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