2023

Imperdibles

¿Quién le puso el nombre? No, en serio. Adán no fue, porque en su época no se estilaba eso de tener que sujetarse cosas con alfileres, y no me imagino un elemento menos apropiado para agarrarse una hoja de parra, la verdad.

Imperdibles, ¿de verdad? Y no, no he buscado el origen de la palabra, ni la etimología porque no he querido hacerlo, pero debe ser curioso… Algo francés, probablemente…

– ¿Ya estás inventando cosas?
– Hola, Bug, ¿qué tal estás?
– No lo sé, dímelo tú.
– Espero que bien.
– Bueno, ¿y qué haces hablando de una cosa sobre la que no has pensado?
– No lo sé. Me pareció gracioso empezar jugando con el nombre…
– …y no sabes cómo seguir. ¿Qué pasó con los pestillos, esa entrada que ibas a escribir hace días?
– Pues que se me han cruzado los imperdibles. Tal vez porque este viernes corro la Carrera Nocturna del Guadalquivir y he andado buscando imperdibles para el dorsal.
– ¿Y ya los tienes?
– Sí, totalmente localizados.
– Mira, algo que tienes más o menos controlado en tu vida. Vas progresando.
– Vaya, gracias por la confianza.
– Nos vamos conociendo ya. Ahora a ver cómo acabas la entrada o qué eres capaz de aprender de esos malditos cacharros…
– Ya veo que tú también tienes problemas con ellos.
– Imagina mis manos tratando de cerrar uno de esos, y encima sujetando lo que tengan que sujetar. Siempre termino pinchándome en algún sitio…
– Eso es cierto; los más pequeñitos son complicados de manejar.
– Bueno, te dejo que termines…, a ver cómo lo haces.
– Qué malvado…

Está claro que son pequeñitos, se pierden casi siempre, pero… ¿de cuántos apuros nos han sacado más de una vez? Nunca nos acordamos de ellos hasta que nos hacen falta, y ahí están cuando los buscamos: para cerrarnos esa cremallera que se ha roto, enganchar la rosa en el ojal, sustituir botones que nos abandonan sin previo aviso, ayudarnos a sacar la cuerdecita del chándal cuando se pierde por la cintura, agarrarnos dorsales en las camisetas durante las carreras populares o sujetarnos adornos encima de la ropa… Ahí están los imperdibles, dispuestos a sacarnos de los problemas aunque no no acordemos de ellos generalmente.

Qué bonito sería si fuéramos un poco como ellos: estar siempre cuando nos necesiten, sin más, para un roto o un descosido, sin llamar la atención, sin ser protagonistas, dejando que luzca el adorno sin tener que mostrar que lo sujetamos… los imperdibles. Tal vez sea ese el matiz de su nombre: lo que no puede o debe perderse porque siempre está dispuesto a ayudarnos.

– Vale, no está mal del todo.
– ¿Ves? Siempre hay algo provechoso que se puede sacar de cualquier cosa.
– No has patinado mucho al final, aunque sí que parece estar un poco… cogido con alfileres.
– ¿Ahora quién eres, Matías Prats?
– Reconoce que lo has escrito imaginándotelo con su voz. Por eso los puntos suspensivos.
– Sí, lo reconozco. Me ha sonado su voz en la cabeza.
– Es que estás fatal de lo tuyo.
– ¿Qué le vamos a hacer? Bueno, deja de decir cosas ya, que luego se alargan las entradas y me dices que no es por tu culpa.
– Bueno, vale, ya te dejo. Nos mantenemos en contacto.
– Prometido.

2023

Abrazos

Un abrazo es un lugar en el que puedes refugiarte. Donde el tiempo se para, el dolor se retira, las angustias se empequeñecen, los problemas se callan, los miedos se desvanecen, las barreras caen, el ruido se silencia…

Con un abrazo se comparten las penas, las alegrías, la amistad, el amor, las lágrimas, las risas…

Si no te sientes a salvo en un abrazo es que no es de verdad; puede ser un abrazo por compromiso, pero no es verdadero; no, al menos, al principio.

Por eso no abrazamos de igual manera a todo el mundo. Por eso no todos los abrazos duran lo mismo; porque el de verdad, en ese, te quedarías a vivir.

Ahora que poco a poco están consiguiendo que nos alejemos de los demás, que busquemos la individualidad en lugar de la convivencia, que no nos toquemos, que no nos rocemos, que no nos miremos a los ojos… ahora es cuando hay que dar abrazos, pero de los de verdad, de los de quedarse a vivir.

Por todos esos abrazos que nos robaron…

2023

El despertador

Desde que el mundo es mundo, es posible que el hombre no haya inventado nada que odie más que el despertador… Tal vez en Francia, durante una época determinada, algunos votarían por la guillotina, pero fue un odio pasajero. El del despertador se mantiene en nuestros días, y me atrevería a pronosticar que seguirá así por mucho tiempo.

Ya la misma palabra tiene todas las papeletas para que no nos caiga nada bien: «Des-«, sacar de, expulsar, arrancar…; y «pertare», placidez, lugar tranquilo, momento de felicidad y paz. ¡No es cierto. Me lo acabo de inventar! Si quieres saber la etimología de «despertador», búscala y así te distraes un poco de tanto fútbol, tanta política y tanta polémica prefabricada.

El caso es que nos caen mal los despertadores, pero se nos olvida que simplemente hacen lo que les pedimos que hagan: despertarnos, advertirnos en un momento determinado… En realidad, si lo piensas, son los que nos avisan para que no se nos olvide vivir. Ellos no tienen la culpa de que seamos desorganizados y durmamos poco. Si hablaran nos dirían: «¿Recuerdas que me dijiste que te avisara a esta hora? Pues ya ha llegado.»

En el fondo no hacen más que recordarnos que tenemos obligaciones que cumplir y sueños que tratar de alcanzar; citas a las que llegar, recados que hacer, viajes que empezar… Nos avisan de que el tiempo pasa y que el nuestro no es infinito. Nos empujan a ponernos en movimiento, a dejar de sestear y seguir avanzando.

Tal vez los odiaríamos menos si les pidiéramos que nos recordasen también situaciones agradables: el final de la jornada laboral, la hora de quedar con los amigos, el momento de ver la peli que esperábamos, el tiempo del descanso o de la lectura… Todo puede asociarse, si queremos, a instantes agradables o positivos. ¿Por qué no el despertador? Ese pequeño que nos saca de quicio por las mañanas pero que es el primero en empujarnos a salir de la oscuridad y a adentrarnos en la luz de un nuevo día; ese invento que nos recuerda que el tiempo no se detiene y que lo más importante que tenemos que hacer es vivir.

2023

Derretirse en silencio. Hielo

Me he empeñado en sacar mensajes o aprendizajes de cosas pequeñas, diarias, usuales… Y en verano todos tiramos de los cubitos de hielo…, y hasta en invierno si sales de copas con los amigos. ¡¡Y qué bien hacen su trabajo!!

Ellos están ahí, silenciosos, sin protestar… o tal vez un poco, al principio, cuando empiezan su labor callada y se resquebrajan porque los introducimos en un ambiente distinto al suyo, a su ecosistema. Pero crujen unas pocas veces y se acabó.

Los hielos se desgastan por enfriar nuestras bebidas, van consumiéndose, poco a poco, mezclándose con lo que les rodea…

– ¿En serio estás dedicando una entrada a los cubitos de hielo?
– ¿Bug? ¿Billybug? ¿Qué haces aquí, interrumpiéndome? Iba lanzado con la idea.
– Ya, pero me apetecía salir.
– Vale, ahora nadie sabrá de qué va esto…
– ¿Hablas de los tres o cuatro que te leen y porque les pasas el enlace?
– ¿Qué más te da? A ver, creo que os he hablado de Billy Buganvilla…, un momento, que lo busco… Aquí, creo que por primera vez; aquí, sobre todo y también aquí, veo que por última vez. ¡¡¡Hace más de siete años!!!
– ¿Lo ves? Es que me tienes arrinconado y no te acuerdas de mí.
– Sí que me acuerdo, más de lo que crees, pero ando en mil cosas distintas…
– Ya, como siempre. Pero una de esas mil nunca soy yo.
-Vale, haremos una cosa: mientras no tenga nada para ti, si quieres, te dejo que te vengas por aquí de vez en cuando. ¿Te parece?
– Bueno, algo es algo.
– Pero no seas, tampoco, pesao, ¿eh? No vayas a interrumpirme cada entrada, que luego se hacen muy largas y la gente se cansa de leer.
– ¿Quiénes? ¿Los tres o cuatro que te leen?
– Vaaaale, sí. Los tres o cuatro que me leen. Pero también habrá que cuidarlos, ¿no?
– Pues espero que los cuides mejor que a mí.
– ¿Quieres dejarme terminar la entrada, que ya se nos está yendo de las manos?
– Bueno, pero…
– Shhhhhhh. No digas nada más. Volveremos a hablar. Prometido.
– Está bien, pero…
– Shhhhh. Chitón.

… vale, ¿qué te iba diciendo? Sí, que los hielos se van deshaciendo en silencio, enfriando nuestras bebidas. Y es cierto que también van formando parte de ella. Tal vez ese sea nuestro cometido: estar en medio de nuestros quehaceres, de nuestra vida, ayudando a mejorar la de los demás, sin que se note. Desgastarnos por hacer que quienes nos rodean estén mejor, y siendo parte de ese todo en el que nos mezclamos con ellos.

Tal vez no se trate de «be water, my friend» sino de «be hielo, my friend». Podríamos intentarlo, ¿no?

– Vaya forma de acabar una entrada. Si Bruce levantara la cabeza…
– Le ofrecería una bebida con hielo. ¿Y quieres dejar de meterte en mis entradas sin previo aviso?
– No prometo nada.
– (…)

2023

Buenos días. Saludos. Sonrisas

Cuando, de vez en cuando, salgo a correr (o a trotecochinear, más bien) siempre lo hago solo. Sobre todo porque no me gusta que nadie me vea asfixiarme a paso de tortuga reumática, aparte de que así voy escuchando mi música y mis cosas, prestándome atención sólo a mí mismo. Alguna vez he escrito en mis redes sociales (vamos en Tuiter…, o X, o como se llame ahora) que, a veces, suelo cruzarme con una señora mayor con cara de buena persona, sonriente, luminosa, que camina por las mañanas por allí.

Indefectiblemente me mira a los ojos y me saluda diciéndome: «¡buenos días, campeón!». Sé que saluda a la gente con la que se cruza porque la he visto hacerlo. Y, ¿qué quieres que te diga? A mí, su saludo, me anima. Sigo estando asfixiado y los caracoles siguen adelantándome por la izquierda y la derecha, pero voy sonriendo (por dentro; por fuera apenas puedo levantar la mano para corresponderle al saludo). Y, por influencia suya, yo voy saludando a la gente con la que me cruzo y me mira mientras corro.

No cuesta nada ser amable, sonreír, dar un «buenos días» o un simple «hola». No sabemos quién pueda estar recibiéndolo y, tal vez, le mejoremos la mañana, o la tarde, o la noche a alguien. Ni nos imaginamos las luchas que batalla cada cual en su día a día; porque nuestros problemas son los más graves para nosotros, y lo mismo sienten los demás con los suyos.

Seamos amables los unos con los otros, en serio. ¿Qué cuesta? Si todos lo hiciéramos, será mucho más fácil que nos encontremos esa sonrisa, ese saludo, ese gesto… que pueda mejorarnos el día a nosotros cuando lo necesitemos. Dejemos de intentar arreglar el mundo y mejoremos lo que tenemos más cerca. Está en nosotros.

EPÍLOGO:

Prometo intentar pararme algún día con ella, preguntarle su nombre y conocerla. Si me da permiso, publicaré una foto nuestra.

2023

Hormigas en el escritorio

Tengo hormigas en el escritorio. No sé cómo ha pasado, pero ahí están. De esas marrones, pequeñitas, velocísimas. Vale que mi escritorio está pegado a la ventana y que la ventana da directamente a la terraza que es como un patio porque es el techo del garaje y del local de debajo de mi bloque… Pero no soy capaz de seguirlas hasta un punto en concreto por el que entren o salgan. Simplemente corretean por sobre la mesa, sin desvelarme origen o destino. Las veo deambular rápidas, saludarse ante mis ojos con sus antenitas, brevemente, para continuar con sus quehaceres.

Si me siento delante del ordenador, las veo corretear, pero trato de no molestarlas; ellas, sin embargo, sin previo aviso, se me suben a las manos, los brazos, las piernas… Intento no matarlas; simplemente soplo sobre ellas o las arrastro fuera de la mesa. Las hormigas son resistentes. No sé si me vigilan los papeles que desperdigo allí encima o si están ahí para recordarme que hay que ser laboriosos; que perder el tiempo hace que no tengas suficientes víveres para soportar el invierno. Por eso siempre andan veloces de un lado a otro y se saludan rápidamente, lo justo para no parecer maleducadas, y continúan con su labor.

En invierno, tal vez, las echaré de menos.

2023

Navarrete. Isa. Dos días

Sí, aprovechando las vacaciones, me he ido dos días a visitar a mi amiga Isa a su pueblo, Navarrete, en La Rioja. Han sido dos días intensos, llenos de paseos, charlas, paisajes, naturaleza y momentos especiales. Isa se ha enfadado conmigo porque no la había avisado pero, si avisas una sorpresa, ¿en qué queda? Ya habrá otros momentos, porque he decidido que tengo que volver. Además, esto que quede entre nosotros, cuando regresaba a casa, de repente, me dio por pensar en hacer el Camino de Santiago algún año… (cosas de mi cerebro, que va por libre muchas veces).

No voy a contar cómo ha sido el viaje ni mis conversaciones con Isa, pero sí dejaré algunas fotos. Reconozco que mi impericia no ha sido capaz de estrujar toda la belleza del lugar y los alrededores y, ¡qué caray!, que he estado más preocupado de mirar y vivir lo que me rodeaba que de fotografiarlo.

Ya el segundo día fue de estar siempre rodeado de paisajes fantásticos:

…y para despedirnos, Isa me llevó a conocer La Guardia, un pueblo Alavés en el que viviría sin pensarlo por sus casas y calles:

…y el caso es que hay muchas más fotos, pero me las guardo. La que sí quiero compartir es esta que nos hicimos Isa, su primo Vicente y yo en el restaurante al que me llevaron a comer, frente a un ventanal y un paisaje increíbles. Tengo que agradecerles, infinito, su hospitalidad, su generosidad, sus ganas de hacer que estuviese cómodo y su afán de enseñarme todos los parajes increíbles que hay en la zona. No dio tiempo, pero habrá más ocasiones, seguro.

Vicente, Isa y yo